Cultura

Cahuita is the land of calypso

Durante tres días, Cahuita vibró al ritmo del calypso en el marco del lV Festival Internacional de Calypso Walter Ferguson.

“¿Cuál es la canción que se escucha? Tranquilos, para ver si logramos oír”, decía Walter Ferguson en la sala de su casa, mientras se esforzaba por reconocer las notas de aquel calypso y lograba desviar la tristeza por la muerte de su esposa, hace un mes.

A unas cuadras de ahí, en el parque de Cahuita, una multitud de personas bailaba para festejar su legado.

Durante el fin de semana, se llevó a cabo el lV Festival Internacional de Calypso Walter Ferguson, en homenaje al “rey del calypso costarricense”. La alineación contaba con invitados internacionales de lujo: Yomira John (de Panamá) y Devon Seale (de Trinidad y Tobago), este último considerado el monarca del calypso.

El evento también contó con la música de grupos limonenses como Kawe Calypso, Calypso Limón Legends, Junior y su calypso, entre otras; así como bandas que, aunque no sean de Limón, poseen gran reconocimiento dentro de la cultura calypsonian, como Cantoamérica y agrupaciones de universidades públicas.

Tres días de música

Es viernes y una aglomeración va llegando a Cahuita. A lo lejos, se siente el temporal que se acerca. Un temporal festivo que va calentando con las certezas de las olas y los rumores de un calypsonian, a través del sonido de un quijongo.

El primer oleaje revolcó Playa Negra, a diferencia de las ediciones anteriores en donde los conciertos se concentraban en el centro del pueblo de Cahuita. Como siempre, la dosis de calypso fue como si el festival tardara solo un día.

Fue una fiesta para todos. “Everybody running to the carnaval, I say… old and the young, the great and the small, everybody running to the carnaval”, dice una canción de Ferguson.

“¿Me deja pasar, por favor?”, me interrumpió una niña de no más de 6 años para poder llegar a primera fila y bailar como lo hacía Zoraida Bonilla, la señora que siempre sube al escenario a vivir la música.

Con su tez grosera y alma calypsonian, Cyril Sylvan, del grupo Calypso Limón Legends, sentenció con una sonrisa la resistencia ideológica presente en el calypso, al final de una canción: “¡Esto es lo que trajo el barco!”.

La calidad musical de los grupos fue impecable. “En otros países ellos serían célebres, pero estamos en Costa Rica”, lamentó el músico costarricense Manuel Monestel a un público que, apenas subiendo la marea del festival, ya se encontraba extasiado.

La única amenaza giraba en torno a cómo aguantar tanta fiesta los dos días restantes.

El segundo oleaje llegó con un taller de calypso liderado por Monestel, Danny Williams de Kawe Calypso y los invitados internacionales. La conversación giró en torno a las raíces de la cultura caribeña y la historia del calypso. Al término del conversatorio, las palmas de los asistentes y los instrumentos de los panelistas se mezclaron para crear una canción.

La actividad se desarrolló en el Salón Comunal de Cahuita, donde el techo se cae a pedazos y lo único limpio eran los rótulos de la marca país “Esencial Costa Rica”.

Empezada la actividad, se integró un representante del Instituto Costarricense de Turismo (ICT). “¿Es el calypso y este festival verdaderamente ‘Esencial’ para Costa Rica?”, pregunté. La respuesta esquiva, frente a un salón lleno de personas: “Llevamos 4 años de apoyar el festival”.

Problemas de sonido y de organización no frenaron la alegría de los asistentes.
Problemas de sonido y de organización no frenaron la alegría de los asistentes.

La noche

Solo los que estuvimos ahí seremos testigos y compartiremos el recuerdo de la noche en que la música, la hermandad y el baile reinaron.

La lluvia no fue suficiente para espantar el gentío. Las parejas aprovecharon la magia del momento para bailar juntos. Los niños tenían permiso de mojarse. Todo estaba permitido. Hasta el público se subió a la tarima a bailar entre los músicos y el agua.

Los conciertos se efectuaron en un entablado improvisado a la altura del público, por lo que no todos podían ver lo que sucedía. La cervecería tenía dispuesta una tarima “que daba vergüenza”, según Danny Williams, con una medida de 6×3 metros.

“Usted no puede montar una buena banda ahí. Vea dónde subieron al monarca del calypso de Trinidad y Tobago: en un hueco”, expresó Orlando Daviey (conocido como Sankey) mientras menciona de forma vehemente la similitud entre los pueblos bárbaros y el trato que se le da a los limonenses.

Pero la marea fue fuerte y su fuerza demostró que la resistencia y la alegría pueden más que los obstáculos que se presentan cuando el dinero vale más que la cultura.

“Long live to calypso, long live to calypso”, gritaba la gente coreando a Devon Seale. El grito era una advertencia, un canto de resistencia, un deseo de que ese momento se extendiera por siempre.

La marea ya iba de bajada. La resaca, los aguaceros y algunos cortes de luz fueron protagonistas del tercer oleaje. Pero las personas se oponían, no pararon nunca de moverse. Era como si de repente todos los que estaban en Cahuita tuvieran interiorizada el calypso que dice “Nowhere like Limón, Limón is the land of freedom”.

Mientras tanto, dos toldos del ICT luchaban por mantenerse en pie. Nada importaba,  solo la complicidad entre el público y los calypsonians que habían estado juntos durante tres días. Nada pudo interponerse entre ellos.

En sus orígenes, el calypso servía como medio de comunicación entre caribeños. Las letras evidenciaban los problemas, que enfrentaban de manera agradable y bailable. Este festival fue un mensaje al país entero.

A sus 97 años, es posible que Walter Ferguson estuviese descansando en su casa, o quién sabe, quizá pegado a la ventana tratando de oír, como cuando era pequeño y su mamá no lo dejaba salir a escuchar calypso.

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