Cultura

Barrios cobran protagonismo en calendario de colección

Interacción, nostalgia, niñez, picardía, espacios y tiempos comprimidos en la memoria: los barrios mantienen su vigencia en la modernidad y son tema central en el calendario 2020 del Icomos.

Cantantes, conversadores, mitos semiurbanos y personajes irrepetibles se entremezclan con la arquitectura y la historia en los barrios, y de ese encuentro surge una herencia cultural que siempre llama a la puerta para evitar la tristeza y el olvido de una modernidad marcada por el cemento y el desarraigo.

Caminar los barrios siempre es una experiencia marcada por la sorpresa, la socialización y la nostalgia que recrea y proyecta el ayer en una actualidad en que se combinan las luces y las sombras de un pasado que no termina de entenderse con un presente sin tiempo y sin asideros.

Esta edificación, en Barrio Amón, recoge el espíritu de cómo son estos barrios josefinos. (Foto: Cortesía Icomos).

El calendario 2020 del Consejo Internacional de Monumentos y  Sitios (Icomos), sección Costa Rica, en alianza con la Editorial de la Universidad de Costa Rica (UCR), le hace un homenaje a los barrios con toda su historia y su riqueza social.

Como ya es costumbre, en los calendarios que publica desde hace 20 años el Icomos,  el actual incluye un ensayo a cargo de David Boza y Guillermo Barzuna para que el coleccionista tenga elementos que orienten su lectura.

La huella arquitectónica y social que van dejando las diferentes manifestaciones constructivas; las historias humanas con sus múltiples matices, las cuales se materializan en un tiempo que tiende a ser infinito en la memoria, están recogidas en este laborioso trabajo de los citados autores.

“Este calendario, a diferencia de muchos de los que hemos realizado a lo largo ya de 20 años, es un trabajo que destaca mucho el aspecto antropológico”, explicó Barzuna, quien fuera profesor de la Escuela de Estudios Generales y de la Maestría en Literatura, ambas en la Universidad de Costa Rica.

El barrio se vive en el afuera, resalta Barzuna. Es decir, en la vida que pasa, que sucede, que se improvisa, en esa cotidianidad que va construyendo un sustrato histórico que termina por definir a la niñez. ¿Quién no recuerda su niñez en el barrio? Hacia este elemento humano apunta el almanaque que en su plasticidad recoge las diferentes tendencias arquitectónicas que los fueron definiendo.

“El objetivo de este calendario Icomos 2020 es, primeramente, ofrecer un muestrario de los estilos arquitectónicos particulares que han caracterizado a ciertos barrios. Por citar algunos ejemplos: Art Decó en Barrio México, Otoya; barrios al sur de San José; Neoclásico en González Lahmann; Art Nouveau en Amón, Paseo Colón; Victoriano en Luján y Otoya; Neocolonial en Escalante; Modernismo racionalista en Los Yoses y La Granja. Pero, ya sean de carácter suntuoso o modesto, los barrios no solo tienen un valor patrimonial por estos estilos, sino que representan la herencia cultural, la prevalencia de una u otra influencia en determinados momentos, el desarrollo de las formas constructivas a lo largo del tiempo”.

Imagen más que elocuente en Barrio Luján: con su color, sus cables y sus estilos arquitectónicos entremezclados. (Foto: Cortesía Icomos).

En esos recorridos que han hecho los calendarios a lo largo de dos décadas, los autores han logrado una especie de “cartografía histórica”, con el fin de que el público pueda apreciar cómo un país tan pequeño absorbió las distintas tendencias que venían del extranjero.

Dicho lo anterior, faltaba completar el cuadro con una visión más humana, más antropológica que situara la visión en las conversaciones, en los personajes e incluso en los “antipersonajes” que también formaban parte del espectro del barrio, como “el cascarrabias y el sátiro”.

“Hablar de la vida en el barrio siempre nos convoca a una expresión nostálgica con el pasar de los años, con la infancia, con los lazos de amistad y familiares, de grandes afectos y las travesuras de niños. Una inevitable cercanía con el lugar donde crecimos y en algunos casos todavía convivimos”.

Por esa mirada que va más allá de la belleza de la arquitectura y de una determinada tendencia, en este esfuerzo del Icomos interesa también el factor humano. El valor que aportaba el espacio del barrio a las personas. A las gentes que cada mañana caminaban o se subían al bus para llegar a los centros de trabajo y ganarse así el pan de cada día. A esos hombres y mujeres que, una vez cumplida la faena, se dedicaban a rumiar la vida, a reconstruir los sueños y a decantarse por una u otra actividad que los llevaba a la interacción, esa que hoy tanto se ha perdido en las construcciones verticales que van adueñándose de la ciudad.

“En este año recogemos las mil cosas de la vida del barrio. Las bonitas y las no tan bonitas. El juego del futbolín, la mejenga improvisada, patinar, la “bici” con que se salía a pasear. Es un homenaje a barrios majestuosos como Los Yoses, Luján, Los Ángeles. También en esas casas humildes con el techo rojo y donde se ve ropa tendida, por ejemplo. Eso es importante porque significa que ahí hay vida”, dijo Barzuna.

INEVITABLE NOSTALGIA

La ciudad que crece y se transforma. El barrio que perdura pero que debe adaptarse para seguir captando la presencia y la fidelidad de la gente.

Casas a la entrada de Heredia, donde palpita la vida cotidiana de costarricenses que han hecho de estos espacios su verdadera patria. (Foto: Cortesía Icomos).

En este calendario también hay un espacio para la nostalgia, porque “hablar del barrio es recordar la niñez de todas las generaciones. Es evocar las travesuras de niño; el tocar los timbres, ‘marcar’ en la acera”.

Mientras la inseguridad que se registra en los barrios de la ciudad ha restringido el accionar de las personas, para Barzuna todavía es necesario y posible mantener una mirada optimista, en la que se resalte la convivencia a que convocan continuamente estos lugares que tienen su propia historia.

“En medio de una clase política en decadencia, aún hay optimismo y confianza, y tenemos que continuar con los intentos de recuperación de esa vida del barrio”, puntualizó.

A partir del surgimiento de estos espacios se puede rastrear parte de la historia más urbana de nuestras ciudades, de ahí el tema elegido en esta oportunidad por Icomos.

“Hemos querido rendir homenaje a algunos barrios con investidura tradicional y patrimonial, que aún permanecen —a veces bastante íntegros— en nuestras ciudades. Barrio México, Los Yoses, San Cayetano, Don Bosco, Otoya, un barrio en Liberia, el Pirro en Heredia, Escalante, Los Ángeles, González Lahmann. Barrios que se fueron construyendo, de una forma ordenada, desde las primeras décadas del siglo XX. Ejemplo de ello es que en 1900 se levanta barrio Amón, en 1910 Otoya, 1920 Aranjuez y 1930 Escalante”

Tras el paréntesis que significó la Segunda Guerra Mundial y su impacto en el país, se retomó la construcción a partir de la segunda mitad del siglo pasado.

“En 1950, Los Yoses; en 1960, La Granja. Y esos son solo los levantamientos que se hacen desde el centro de la ciudad hacia el este; simultáneamente hacia el sur se construyen, a inicios del siglo XX, barrios como Luján, la Cruz, San Cayetano, La Dolorosa y Los Ángeles. Al oeste, Barrio México y tres barrios a lo largo del Paseo Colón: Don Bosco, Pitahaya y Mata Redonda”.

La vida que ocurre en el barrio tiene la particularidad de que por él se puede circular sin restricciones. No sucede lo mismo con los edificios de apartamentos. Tampoco con los condominios, donde la seguridad es una barrera para que discurra la vida como en otros tiempos.

En el barrio también cabía el chisme, el cotorreo, de ahí que no es gratuito que la humorista nacional Carmen Granados nombrase a uno de los personajes que interpretaba como doña Vina.

También por los barrios josefinos circularon entrañables personajes de carne y hueso que dejaron plasmadas sus duras historias en páginas de libros inolvidables como Un harapo en el camino, que fuera un bestseller a comienzos de los años setentas y que cuenta la vida de Alfredo Oreamuno, conocido como Sinatra.

La otra historia la dejó plasmada en un libro grandioso el periodista Gaetano Pandolfo: Para nunca olvidar, en el que al igual que Sinatra narra la vida desde la caída y recuperación del alcoholismo. Ambas vidas cobran su protagonismo entre barrios capitalinos, de los cuales algunos solo existen ya en esas memorias llenas de nostalgia, dolor y ensueños.

La vida de los barrios está llena de abundantes historias humanas que van llenando el vacío existencial y que con el tiempo, como solía decir el escritor Gabriel García Márquez, se trastocan con los impostergables matices de la memoria.

El centro de Liberia también tiene su aporte en esta historia de barrios.  (Foto: Cortesía Icomos).

NOMBRES INOLVIDABLES

En los nombres de los barrios ya corre la historia, el ayer, el encuentro, el punto de referencia. “Muchas veces se adoptaba una toponimia para designarlos, que tenía que ver con condiciones geográficas, sociales, políticas, religiosas o con los apellidos de los antiguos propietarios: Pithaya, Cinco Esquinas, Los Yoses, La Carpio; San Cayetano, La Dolorosa; Otoya, Escalante, Luján”.

Esa mezcla. Ese llamado al encuentro. La interacción entre distintas capas sociales, era y es parte de la riqueza de estos lugares, solo que hoy el diálogo y el intercambio han sido drásticamente modificados por las circunstancias de la modernidad.

“El barrio tradicional sobre todo era un lugar en donde todos se conocían y en el que cohabitaban distintos grupos sociales, incluso extranjeros de variados orígenes que habían migrado hacia acá. Desde 1900 destacaron “los turcos”, que en realidad eran libaneses; “los gallegos”, que en realidad eran de diversas comunidades españolas; “los tútiles” o italianos; “los polacos” que en realidad eran las familias judías. Alemanes, nicaragüenses, chilenos, cubanos y muchos más, conformarían los entramados sociales de los barrios”.

Al evocar los barrios vuelve a tomar vida una palabra casi extinta en la cotidianidad de la ciudad: el corredor. Ese corredor que no solo fue patrimonio del campo, como parece hoy, sino que ayer también conformaba el imaginario de los barrios urbanos.

“Así es como el barrio palpita: un punto en que la gente vive, donde se cristalizan las posibilidades de encuentros, desencuentros y de comunicación desde el balcón, el ventanal o el corredor de la vivienda.

“El corredor es particularmente interesante puesto que se trata de un espacio de la casa que sobrepasa el sentido de las cuatro paredes. Se apropia socialmente de la acera, de los lugares que lo circundan. Se integra a la vida social, a lo que acontece en el quehacer de los demás vecinos. Ahí surge el comentario y la crítica mordaz, la conversona, la posibilidad de refrescarse un poco al salir cerca de la calle, el saludar a los paseantes. Un paraje de observación en el cual se expresa con los otros parroquianos sentimientos de crítica, de queja y de buen humor”.

Si de humor se trata, valga la cita de Jorge Luis Borges, un hombre para el que los barrios tenían una gran importancia en la vida real y en la literatura. En sus memorias, Bioy Casares, quien fuera cómplice y amigo íntimo del autor del Aleph, narra que nada le gustaba más a Borges que reunirse por las tardes a hablar de chismes. Los barrios, ya sean josefinos, o de Buenos Aires, Argentina, donde sean, tenían ese componente de la interacción social, lo que no solo los humanizaba, sino que era un elemento esencial para el intercambio de experiencias y ya se sabe que más que un zoon politikon, el hombre es, ante todo y sobre todo, un ser de lenguaje.

El lenguaje es un componente maravilloso e imperdible del barrio. Una prueba de ello es que en los barrios todos se sabían el apodo del otro. Este aspecto de darle un nombre extra al vecino o al amigo es un elemento cotidiano que requeriría un reportaje aparte, pero que por muchos años fue determinado por el espacio vital que significó el barrio.

“Los barrios son espacios de una ciudad habitada y en convivencia funcional con los comercios inmediatos a dichas comunidades. Entre ellos la verdulería, la carnicería, la soda, la cantina, el pool, la botica, el bazar y la pulpería, con la famosa “feria” de confites de menta y de mora para la chiquillada. En algunos casos existió inclusive el antiguo cine de barrio. Además, como comunidades autosuficientes estaban y están presentes muchos oficios, como el hojalatero, la costurera, el zapatero, el ebanista y hoy en día los maridos de alquiler”.

El calendario 2020 del Icomos, a diferencia de los precedentes, no apela solo a la belleza arquitectónica, sino que va tras la mirada, tras el palpitar del ser humano que sueña en su humilde casita y que sale a caminar por las calles de su barrio muchas veces en busca de una respuesta a su infatigable existencia. Ese que sale con la expectativa de que en medio de las luces citadinas, surja una esperanza, un sueño, mientras en la panadería se preparan para recibir a sus clientes de toda la vida, porque esa es una de las características del barrio: ese sentido de pertenencia que se extingue en la gran ciudad.


El estilo Art decó es uno de los tantos que se pueden encontrar en nuestros barrios. (Cortesía ICOMOS).

Pedidos del calendario

Pese a ser de colección, el ICOMOS informa de que todavía hay calendarios disponibles del año 2020, dedicado a los barrios nacionales, en la Librería Universitaria, contiguo a la Calle de la Amargura en San Pedro.

Los interesados, también, pueden comunicarse al 22580552 de ICOMOS y gestionar su calendario.


 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido