Tan solo un año después del triunfo de la revolución, Fidel Castro firmaba la ley 812, que garantizaba la financiación del ballet nacional, que con el paso de los años se convertiría en todo un movimiento y transformaría así la percepción de su país y el continente americano.
Con el ascenso al poder de la revolución en 1959, lo que en un principio fue el Ballet Alicia Alonso 1948), la Academia Nacional de Ballet Alicia Alonso (1950) y el Ballet de Cuba (1955) se transformará en el Ballet Nacional de Cuba (BNC,1961), ya con el respaldo del Estado y que sería parte de un movimiento que involucraba a la pintura, el teatro, la escultura, la música y que respondía a una visión de que la cultura articulaba en sí la identidad y las raíces del país.
Este 25 y 26 de marzo, en el Teatro Melico Salazar, se presentará el BNC, que trae como directora a la mítica Alicia Alonso, que a sus 97 años aún es presencia constante en la agrupación.
En una entrevista con UNIVERSIDAD, el pintor cubano, radicado en Costa Rica, Tomás Sánchez, relataba cómo mientras se formaba como pintor era impresionante ver la forma en que se articulaban la enseñanza de las diversas artes en un mismo edificio, de modo que todo pareciera natural.
En ese contexto y con el respaldo estatal, es que el Ballet Nacional de Cuba se convertiría en uno de los cinco más importantes del mundo y se llegó a “codear” con potencias como
el de la Ópera de París, el American Ballet Theatre (ABT), el Royal Ballet de Londres y el Ballet Bolshoi.
Según Miguel Cabrera, historiador especializado en el Ballet Nacional de Cuba, la unión entre Fernando Alonso (entonces esposo de Alicia), Alicia Alonso y Alberto Alonso, hermano de Fernando, fue lo que propició el despegue del ballet en la isla, el cual se desarrollaría bajo la égida del Estado, con un respaldo tan fuerte que dicho fenómeno ni siquiera ha podido ser replicado en ningún país de América Latina.
El espíritu, la concepción, el desarrollo y la proyección del ballet cubano obedece a un nombre: Alicia Alonso, conocida como la “prima ballerina assoluta”.
Sin ella, es imposible concebir el desarrollo del Ballet Nacional de Cuba, a tal punto que a los 97 años y ya ciega, por una enfermedad que la afectó desde sus tiempos de juventud, Alonso sigue siendo el alma y la vida de la compañía.
El azul, ha confesado en varias entrevistas, es su color preferido. Y un día se atrevió a explicar un por qué tímido, pero que echa luces sobre esa predilección. “El azul fue el color del cielo que vi cuando me operaron de los ojos”. Y después, en otro escenario, dijo al periodista Ismael Cala: “El azul es el mar”. Y ese oleaje. Ese movimiento continuo y perpetuo es el que explica el hecho de que el Ballet Nacional de Cuba se haya extendido por gran parte de Cuba, y que su influencia alcance varios de los países del continente.
GUERRA FRÍA Y DESERCIONES
De acuerdo con una información de EL País de 2016, entre 2015 y ese año se registraron 83 deserciones el BNC. Pese a ello, el Ballet Nacional de Cuba sigue presentándose en los grandes escenarios y aunque algunos críticos consideran que las coreografías se han quedado un tanto atrás en el tiempo, lo cierto es que la presencia de Alonso y su escuela continúa con su firmeza en los distintos teatros del mundo, desde China a España, pasando por Estados Unidos y abriéndose camino en América Latina.
Alonso, como figura emblemática del BNC, ha recibido tanto dentro como fuera del país los mayores homenajes. En 1981 se le otorgó el Primer Grado de la Orden “Félix Varela”, la más alta distinción cultural que se entrega en la isla.
La interpretación de clásicos como Giselle, El lago de los cisnes, Coppélia, Don Quijote y Romeo y Julieta de Prokofiev han hecho legendaria al BNC.
Giselle, en versión de Alicia Alonso, por ejemplo, fue representado en el Teatro de la Ópera de Viena, en el Teatro de San Carlos de Nápoles, Italia; mientras que El bosque de la bella durmiente (versión de la prima ballerina assoluta) fue representada en el teatro de la Scala de Milán.
En las filas del BNC han estado bailarines de la talla de Lopia Araújo, Mirta Plá, Aurora Bosch y Josefina Méndez, todas ellas retratadas en el célebre artículo de Arnold Haskell en “las joyas del ballet cubano”.
Otros, de los muchos nombres, que se deben tener en cuenta en la historia del Ballet Nacional de Cuba son los de Jorge Esquivel, José Manuel Carreño, Rosario Suárez, Andrés Williams, Amparo Brito, Rolando Candia, Fernando Jhones y Ofelia González.
Ya desde 1980 se le reconoce al Ballet y a Alicia Alonso, que son como las caras de una moneda, indivisibles, un reconocimiento por parte de la Unesco, en un homenaje realizado en Francia.
Las limitaciones económicas y el estar inmersos, durante más de 30 años en el contexto de la Guerra Fría, no le impidió al Ballet Nacional de Cuba proyectarse internacionalmente.
Hoy en día, situación que corroboran incluso las deserciones de algunos de sus bailarines, Cuba es un semillero de bailarines y al lado de la Escuela de Camagüey, fundada bajo el alero del BNC y el Festival Internacional de Ballet que se realiza cada dos años en La Habana, existe un real movimiento de la danza clásica en el este país caribeño.
ESTILO ÚNICO
La propia Alonso se propuso decírselo al mundo lo más alto posible: Cuba no es solo rumba, como se creyó antes y después de la revolución. Cuba podía ser también ballet clásico, pero a ello había que agregarle un ingrediente irrepetible y ese ingrediente era el estilo y el don latinos.
¿Qué significa ese estilo latino? Al principio ni la propia Alonso lo sabía, como dijo en una entrevista para la televisión. “Cuando el famoso crítico John Martín afirmó que yo me distinguía por mi bailar latino, que se me notaba que yo era cubana, y yo era una bailarina clásica, yo me quedé pensando en qué dice él que yo soy cubana, en qué se me nota que yo soy cubana cuando bailo clásico, si yo hago todo, todo, a nivel internacional. Entonces lo estudié, si yo no muevo los hombros, no muevo la cintura cuando bailo, no hago nada de eso que esperan de los cubanos. Y era en la forma en que yo movía las piernas, que yo las movía un poquito, y en mis brazos, cuando los movía, y en la forma en que yo miraba al compañero, y era que yo mantenía una conversación con el compañero, una forma muy femenina. Usted sabe que el baile nuestro es muy sensual. John Martín lo notó; él no me podía decir en qué era diferente, pero era latino, era cubano”.
Ese estilo propio del ballet cubano y latino se ha paseado por los principales escenarios y ha producido decenas de bailarines que hoy están desperdigados por diferentes partes del mundo.
El Ballet Nacional de Cuba había llegado al mundo en 1948 de la mano de la hoy mítica Alicia Alonso y se ha propagado por sus tierras, ha traspasado sus fronteras y promete continuar con una escuela que tiene sus particularidades que la hacen única y que apuesta a extenderse y exhibir su talento por el orbe entero, como lo ha hecho casi por siete décadas.
Cuando le pregunté al doctor Arnoldo Mora, quién era Fidel, respondió: Fidel no es un hombre. Es una época”. Esa época ha alcanzado, también, a lo que hoy es el Ballet Nacional de Cuba, compañía inimaginable sin la participación directa y decidida del Estado, que le ha dado soporte ideológico y económico a un movimiento que trasciende fronteras y que florece en la visión única y ya mítica de Alicia Alonso.