Cultura

Arte y tecnología que nacen desde la naturaleza

Proyecto de investigación interdisciplinaria busca aprender de lo que las plantas, literalmente, pueden decir, además del desarrollo de prototipos tecnológicos basados en la naturaleza.

Se conecta, por así decir, un cable de cobre desde la parte superior de la hoja de la planta, —originalmente una Heliconia imbricata o platanilla—, el cual baja hasta su base y ahí es recibido por un sintetizador de sonido.

A partir de ese momento, se habla de una planta ciborg, es decir, un organismo que integra elementos orgánicos y cibernéticos. El sintetizador a su vez envía la señal a una computadora que interpreta la señal de sonidos e imágenes, sonidos que a su vez son enviados a un amplificador de doce caras, diseñado para producir sonidos envolventes en tres dimensiones.

El experimento ejecutado con diferentes plantas es protagonista de la exhibición Natura Machina- Procesos ciborg de experimentación sonora, que presentan Susan Campos Fonseca y Tomas de Camino Beck en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), en un espacio denominado El Tanque Laboratorio de ideas, hasta el 28 de mayo.

Esa exhibición, sin embargo, se enmarca dentro de un amplio proyecto de investigación que la compositora Campos lidera como responsable, denominado “LAB-Laboratorio móvil de acción y pensamiento en artes biomiméticas” inscrito en la Sede del Sur de la Universidad de Costa Rica (UCR) y ganador del Fondo semilla 2021-2022 otorgado por la Vicerrectoría de Investigación (VI).

El proyecto ya produjo un libro bellamente ilustrado, Escuchá conmigo que detalla el prototipo de ese experimento y explica su vínculo con las investigaciones sobre la comunicación de murciélagos llevadas a cabo por la Dra. Gloriana Chaverri, precisamente porque el murciélago de Spix utiliza la  Heliconia imbricata cuando su hoja aún tiene forma de cono, para amplificar los sonidos que produce.  

De manera que también se editó una producción sonora con obras elaboradas a partir del registro captado por Chaverri, compuestas por Alejandro Sánchez Núñez, Libertad Figueroa y Autómata.

Además, desde la misma perspectiva teórica y creativa del estudio y la inspiración en la naturaleza, se sumó también otro mundo completamente diferente, el de la aeronáutica.

Campos apuntó que el proyecto forma parte de un proceso creativo exploratorio de muchos años, un “activismo de investigación transdisciplinaria” que también ha procurado llevar a la sede interuniversitaria de Alajuela, en la Sede Sur, siempre contacto con el Instituto de Investigaciones en Arte (IIARTE) y la Escuela de Artes Musicales (EAM), y ahora en colaboración con la Escuela de Ingeniería  Mecánica y su grupo de trabajo aeroespacial liderado por la Dra. Leonor de Lemos.

Campos destacó la colaboración, además de Chaverri y de Lemos, de la Dra. Rebeca Mora, de la Escuela de Biología, así como la participación de Tomás de Camino, quien fue funcionario de la UCR y ahora es vicerrector de Investigación y responsable de la Escuela de Sistemas Inteligentes de Cenfotec.

Para Campos, la cibernética tiene que ver con “cómo podemos pensar y construir conocimiento acerca de otros sistemas biológicos o geológicos aplicando metodologías racionales de la ciencia humana, como la matemática; cómo los seres humanos abstraemos procesos naturales para tratar de reproducirlos con la tecnología”.

Destacó que trabajar desde la Sede del Sur implicó necesariamente un trabajo a partir de las particularidades del entorno.

Todo ello, desde su empeño por demostrar que “se puede impulsar el desarrollo científico artístico a partir de otros paradigmas que no sean la investigación desde el capitalismo transnacional extractivista, que ha sido el paradigma de nuestro país”.

Más bien, propone trabajar desde un horizonte “vinculado con economía solidaria, tratando de promover que las comunidades hagan proyectos tecnológicos artísticos, vinculados con lo que tienen, la riqueza de la biodiversidad, sin tener que destruir la tierra, que es el recurso más valioso”.

Biomimética aeroespacial

Leonor de Lemos desde hace unos seis años forma parte del grupo de ingeniería aeroespacial, conformado por docentes y estudiantes “apasionados por el tema aeroespacial”.

El grupo ha trabajado en el desarrollo y construcción de satélites pequeños y de cohetes que en algunos casos pueden alcanzar los 500 metros de altura, pero para lanzarlos se requiere de un área de seguridad de esos mismos 500 metros de radio, una limitante en Costa Rica.

Recordó que Campos la contactó para presentarle su proyecto interdisciplinario, “me pareció genial, y empezamos a ver qué podíamos trabajar en conjunto”, que permitiera aplicar “algo de biomimética”, es decir, diseños que imiten las formas de vida.

La respuesta ha sido el diseño de un sistema de aterrizaje basado en las semillas voladoras, “hicimos todo un estudio de algunas especies de árboles de la zona Sur y se escogió la semilla del cedro amargo”.

Otro prototipo planteado es el de una plataforma marina de lanzamiento de cohetes. “Nos basamos en una especie lirio que posee características que lo estabilizan, porque lo más importante es que mantenga estabilidad para que el lanzamiento sea vertical”.

Ambos proyectos le valieron a De Lemos y a las personas estudiantes vinculadas con esos diseños, una invitación al próximo Congreso Astronáutico Internacional, que se realizará en París en setiembre, la reunión más importante a nivel mundial de la industria aeronáutica y aeroespacial. De Lemos recordó que desde 2016 “hemos participado prácticamente todos los años”, gracias a que “algunos de los chicos o chicas” del grupo de ingeniería aeroespacial presentaron un trabajo que fue aprobado.

Susan Campos, por su parte destacó el carácter solidario del proyecto, llevado a cabo por “personas investigadoras de la Universidad y de afuera, que generan sinergias, así como el rol de las personas asistentes de las áreas de ingeniería, de artes, de ciencias sociales, de arquitectura”, todo lo cual “ha permitido que lo que estamos trabajando se construya en diálogo con nuevas generaciones; sembrar semillas”.

Conocimiento abierto

El libro Escuchá conmigo fue editado con la idea de que los ejemplares se donen a instituciones educativas, a las cuales también se les ofrecen talleres sobre la construcción de las plantas ciborg y los sintetizadores y amplificadores.

Quienes tengan interés pueden escribir a [email protected]

“Son libros para hacer cultura y ciencia comunitaria” enfatizó la investigadora.

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