Decenas de jóvenes con patinetas se juntan, se desplazan, hacen acrobacias en las plazas, escaleras y barandas que se encuentren en el camino. Sin saberlo, con sólo ponerse de pie sobre esa tabla con ruedas, resignifican la arquitectura de los barrios y ciudades, y dejan a su paso las marcas de sus ruedas, de su cultura.
Es precisamente de la experiencia de esos grupos de muchachos en las aceras y parques que surge la serie de obras monumentales Historia sobre ruedas, del artista puertorriqueño Chemi Rosado-Seijo, una de las cuales ocupa la Sala 1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC).
La obra permanecerá en el MADC hasta el 13 de agosto y luego pasará, de forma permanente, al Parque La Libertad, para que la comunidad de patinadores se adueñe de ella.
La obra es una gran rampa funcional que integra varias de estas estructuras, que retratan la historia del skateboarding y las superficies en que se ha practicado desde sus orígenes. Además, la capa interna de la rampa está cubierta con lienzos blancos que se marcan con cada truco y acrobacia que se realiza en ella, de modo que quienes patinan sobre la obra también están haciendo arte. Estos lienzos, explicó el curador del museo, Daniel Soto, son en sí mismos piezas de arte que pueden ser exhibidos en vertical sobre pared.
El artista detalló que sus obras pretenden establecer paralelismo entre la historia del arte contemporáneo y la de la patineta, pues ambas comenzaron en los años 50 y, a partir de 1980, se han entrelazado, pues surgen artistas que patinan y patinadores que hacen arte.
También comentó que, desde su visión de “skater”, la obra establece una relación con el espacio en que se ubica, por lo que comienza con una rampa plana, que refleja el techo y la última de las piezas señala el techo, al tiempo que las piezas que la integran corresponden con las columnas del edificio.
“Es que los patinadores vemos el mundo con otros ojos. Para un patinador, una escalera no es para bajar o subir, es para saltar o para rasparle el borde… no vemos igual los espacios. Los patinadores nos relacionamos distinto con la arquitectura, le aportamos una visión horizontal”, dijo.
La historia de Rosado-Seijo con las patinetas comenzó en su adolescencia. “Fue de lo poco que me interesaba”, comentó entre risas, “era una forma de canalizar mi creatividad y me permitió ver el mundo con otra perspectiva, eso se acentuó cuando empecé a estudiar arte”.
De esta forma, el artista, graduado de la Escuela de Artes Plásticas en Pintura y Escultura de la Universidad de Puerto Rico, comenzó a trabajar en esta serie de obras en el 2000 y las ha desarrollado tanto en su país como en Estados Unidos, España, Guatemala y, ahora, en Costa Rica.
Daniel Soto, curador del museo, comentó que otras de las particularidades de este artista/patinador es su interés por que la obra genere vinculación social. “Todo el impacto en el desarrollo de una comunidad que puede generarse en torno a una pieza es muy importante para él; por eso se estableció la alianza con el Parque La Libertad, para que tras la exhibición en el museo la pieza se quede ahí permanentemente”.
El artista espera que allí se genere un espacio donde los patinadores puedan reunirse y que “les abra una ventana al arte, a la vez que el arte abre la ventana hacia el mundo del skate”.
En La Libertad, dijo, la obra cerrará su ciclo, “que comienza en lo estético, pasa a lo conceptual, luego a lo real y finalmente a lo funcional; y que sirva a los patinadores y patinadoras de Costa Rica, que usen y protejan la obra, como lo han venido haciendo”.