Cultura Exposición en Teorética

Ante el odio, besémonos para construir diversidad

La exposición histórica “Vamos a besarnos”, sobre el movimiento LGTBI en Costa Rica, permanece abierta hasta el viernes 7 de julio.

A José Daniel Clarke, activista por los derechos de las personas LGTBI en Costa Rica, le surgió la inquietud de montar la exposición “Vamos a besarnos” en Teorética, a raíz del denominado referendo del odio o la iniciativa para votar por consulta popular el proyecto de Ley de Unión Civil entre Personas del Mismo Sexo, un parte aguas en la historia de dichos sectores, ocurrido en el 2010.

La ruta del beso diverso se inició en el 2007 como una forma de decir “no nos queremos seguir escondiendo”.

En ese momento crucial, la Sala Constitucional anuló por discriminatoria la propuesta del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). “La Sala IV dictaminó que la Asamblea Legislativa tenía que legislar pues hay un vacío en la materia y las relaciones de pareja de un mismo sexo son una realidad; el Estado tiene que reconocerlas”, explicó Clarke, quien también integra el Frente por los Derechos Igualitarios (FDI), constituido en el 2015.

“Amaos los unos a los otros”, dijeron los evangelistas que predicaba Jesús. Ante el odio, la discriminación, el abuso y la violencia contra las poblaciones diversas aplicaría también la versión “besémonos los unos a los otros”, o “besémonos las unas a las otras”, o “besémonos lxs unxs a lxs otrxs”; un poderoso e irreverente acto político.

Tan irreverente como el afiche del beso entre Antonio Álvarez Desanti, ex diputado y candidato presidencial del Partido Liberación Nacional (PLN), y Gonzalo Ramírez, de la agrupación evangélica Renovación Costarricense y actual presidente del directorio del Congreso.

El polémico manifiesto que incluyó la frase: “Los derechos humanos no se negocian” y que fue colocado en una de las ventanas del plenario de la Asamblea Legislativa, causó la indignación de algunos diputados que lo consideraron “irrespetuoso”.

Ese acto de protesta no se dio en el aire ni por generación espontánea, sino que es producto de una lucha sistemática dada por las poblaciones LGTBI desde hace casi 50 años, con el fin de que el Estado garantice sus derechos, como el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Atender la convocatoria a “Vamos a besarnos”, permite palpar y conocer los hitos y entretelones de esos movimientos de lesbianas, gays, bisexuales, personas trans e intersex en nuestro país a partir de 1950 hasta nuestros días.

La muestra, abierta hasta el 7 de julio, destapa de manera prolija, cronológica y dialógica la forma en que el Estado costarricense y sus políticas de salud y seguridad, así como actores religiosos y mediáticos con poder, han confrontado a estas poblaciones que decidieron no tolerar más la violencia y abusos normalizados.

Para la activista y referente del movimiento lésbico Emma Chacón, la exposición es importante “porque no podemos perder la memoria; una lucha no se hace de un día para otro; es reconocer que aquí hay personas que hemos estado en esto por mucho tiempo, que ha puesto el cuerpo, la cara y la vida en esta lucha, para que las poblaciones LGTBI sientan orgullo, para que la población en general vea que la diversidad existe”.

La propuesta, ejecutada con fondos de la organización internacional HIVOS en el marco de un proyecto del FDI para el mejoramiento del clima social y político de las poblaciones en riesgo LGTBI y aquellas con VIH, pretende disminuir la discriminación, aumentar el conocimiento de los derechos y fortalecer a estas organizaciones, entre otros propósitos.

Pedro Enaguas

La exposición histórica “Vamos a besarnos” fue propuesta por José Daniel Clark para promover la memoria sobre lucha por los derechos de las poblaciones LGTBI en nuestro país.

Un artículo icónico del periódico nacional La Información de 1910 titulado “Campesino afeminado”, es el objeto que abre la muestra.

Ese campesino afeminado era conocido como Pedro Enaguas, una mujer trans que vivía en Guanacaste a principios del siglo XX.

“A pesar de que se refiere a ella de una forma peyorativa también narra cómo es aceptada en la comunidad, cómo comparte con un grupo de mujeres amigas y hace las tareas domésticas como una mujer”, detalla Clarke.

De acuerdo con el activista, la historia de Pedro Enaguas es una paradoja si se le compara con la discriminación sufrida por las personas trans en la actualidad, que son expulsadas del sistema educativo y de salud.  “A las chicas trans les disparan con balines, les tiran piedras; su expectativa de vida es de 35 años”, se lamentó.

“Vamos a besarnos” tomó como fuentes de información piezas de diversos periódicos, libros como “Quince minutos de fama” de Jacobo Schifter, trabajos de investigación sobre la diversidad sexual y sus movimientos sociales de José Jiménez, Juan Olivier Gómez y Ester Serrano, y la memoria histórica del movimiento lésbico que realizó Emma Chacón.

Asimismo, utiliza el elemento multimedia, que mediante entrevistas a 17 personas vinculadas a los movimientos LGTBI, narra historias de vida y de activismo, así como los resultados de los estudios realizados sobre el tema.

La museografía está dividida por décadas, siendo el punto de partida los cincuentas, época que, de acuerdo con Clarke, aún es difusa para los historiadores.

Criminalización

En la década de los ochentas, la epidemia del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) empezó a causar muertes en Costa Rica y explotó el tema en los medios de comunicación, “siempre en una forma peyorativa, intentando criminalizar y mostrar la homosexualidad como algo malo, pervertido, sucio, inmoral y como una conducta de altísimo riesgo”, detalló Clarke.

Aunque en 1971 en Costa Rica se despenalizó la homosexualidad, se realizaban redadas en bares, clubes de disco y puntos de encuentro, luego de las cuales los gays eran llevados en perreras y encarcelados por horas.

Clarke admite que él no vivió esta persecución pues pertenece a una generación posterior, sin embargo, tiene conocimiento de que tanto la opinión pública como en los púlpitos se les calificaba de actitudes que iban en contra de la moral y las buenas costumbres.

A finales de los ochentas y principios de los noventas, sucedieron dos hechos de gran impacto para el movimiento de las poblaciones LGTBI. Uno de ellos fue la carta abierta del 5 de abril de 1987 publicada en el periódico La Nación en un campo pagado, en el que un grupo de ciudadanos y ciudadanas se pronunciaron en contra de las medidas para controlar la propagación del VIH, consideradas “represivas, inconstitucionales y violatorias de los más elementales derechos humanos”, según reza una copia del documento exhibido en “Vamos a besarnos”.

El otro suceso fue el II Encuentro Lésbico Feminista de América Latina y el Caribe en 1990 que se realizó en nuestro país y que fue censurado, llegando incluso el entonces ministro de Gobernación, Antonio Álvarez Desanti, a decretar la prohibición de entrar al país a las lesbianas que asistirían.

Según Emma Chacón, la persecución contra las participantes puso de manifiesto una contradicción, pues el mismo Gobierno presidido por el Premio Nobel de la Paz Óscar Arias Sánchez, decretó “una directriz a todos los consulados de Latinoamérica y en las fronteras para detener la participación en el evento”.

En medio de esa expresión de violencia, se da una “toma de conciencia de las poblaciones lésbicas y trans que decimos: un momentito, somos ciudadanas, ¿cómo nos está prohibiendo reunirnos un país respetuoso de los derechos humanos?, recordó Chacón.

Orgullo LGTBI

Las poblaciones LGTBI luchan para que el derecho al matrimonio los cobije también.

Para los años noventa se constituyen grupos de reflexión y autoapoyo, tanto gays como lésbicos, mediante los cuales se percibe la necesidad de capacitación en temas de derechos humanos e incidencia política.

Así fue como las acciones dieron un giro hacia la mediación -a la reunión con jerarcas, por ejemplo-, y se gestaron las primeras políticas estatales en contra de la discriminación en instituciones públicas.

En este contexto nacieron organizaciones como las asociaciones Triángulo Rosa (1995) y Lucha contra el Sida que después se convirtió en Instituto Latinoamericano de Prevención y Educación en Salud (ILPES), encabezado por Jacobo Schifter.

En la década del 2000 se visibilizó la lucha LGTBI a través del Festival de Orgullo (2003), los festivales interuniversitarios (2005-2006) y con las rutas del “El beso diverso” (2007), que significó un quiebre a partir del cual “la gente dijo no queremos seguirnos escondiendo”, puntualizó Clarke.

Otro clímax fue el del 2009, cuando sucedió la marcha por la vida y la familia -en contra del aborto- en el marco de las elecciones presidenciales.  En esa ocasión, un grupo de cerca de 100 personas LGTBI participó en la llamada contramarcha. “Fue muy poderoso, marcó un antes y un después, mucha gente dijo: hay que seguir presionando porque sino no se va a avanzar”.

Clarke es enfático al afirmar que el objetivo del movimiento es que se reconozcan los mismos derechos pues son iguales que cualquier otra persona y que las figuras para lograrlo, como las uniones de hecho y el matrimonio, ya existen. “Lo que hay que hacer es extender esos derechos para que cobijen a todas las familias y todas las parejas”, mencionó.

Al 2017, las poblaciones LGTBI han obtenido distintos derechos como la visitación a sus parejas en cárceles y hospitales, la extensión del seguro social y la pensión, así como el decreto ejecutivo número 38999 para erradicar la discriminación en las instituciones públicas.



Orgullo LGTBI

José Daniel Jiménez Bolaños, licenciado en historia y profesor de la Escuela de Historia y la Escuela de Estudios Generales de la UCR, apunta que este es el siglo en donde las distintas formas de sexualidad buscan consolidar sus derechos civiles.

“Para el siglo XXI el tema de los derechos de las personas que practican o se identifican con una sexualidad no heterosexual empieza a consolidarse de manera más fuerte y sostenida en el escenario nacional.

Los festivales de Orgullo LGBTI inician de manera pública y masiva en el 2003. Dicha actividad se convierte en un híbrido que mezcla reivindicación política con celebración, y conforme pasan los años, la convocatoria se ha incrementado exponencialmente, incluso su formato varió a partir del 2010, cuando el festival se convirtió en una marcha, modalidad que mantiene hasta el día de hoy.

En el 2003 también se plantea un recurso de amparo para permitir el matrimonio gay, y aunque no fructifica, a partir de ese momento, el tema de la regulación sobre las parejas del mismo sexo empieza a ganar fuerza, convirtiéndose en uno de los puntos centrales del activismo, y en un asunto ineludible de la discusión pública y de las campañas presidenciales. El tema trans también empieza a posicionarse de manera más fuerte.

A partir del siglo XXI podemos hablar de una época de visibilización. Han habido avances y retrocesos, sin embargo, el panorama general es positivo: no era lo mismo ser gay o lesbiana en los ochentas, que serlo en el 2017”.



Beso diverso

Qué: Exposición histórica “Vamos a besarnos”.

En el marco del Día Nacional Contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género:
Dónde: Lado V de TEOR/éTica.
Cuándo: hasta el 7 de julio.
Horario: de lunes a jueves de 9 a.m. a 5 p.m., viernes de 9 a.m. a 12 m.d. y sábados de 10 a.m. a 4 p.m.
Entrada libre.



 

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido