En un estudio del 2021-2022 sobre cómo la pandemia de la COVID-19 afectó a un grupo de trabajadores de las artes y la cultura en Costa Rica, las personas entrevistadas dialogaron con los investigadores sociales sobre las consecuencias nefastas de la crisis sanitaria en sus vidas.
Uno de los testimonios incluidos en el informe final “La pandemia del Covid-19 y las vivencias de trabajadores y trabajadores del sector Cultura en Costa Rica” reza: “Trabajo como músico en una banda municipal y desde muy temprano se suspendieron todas las actividades de la banda. Dejamos de hacer presentaciones y también dejamos de ensayar y de reunirnos. Todo se paralizó totalmente. Nos mandaron para la casa y por meses no hubo ningún tipo de actividad relacionada con la banda”.
La investigación fue llevada a cabo por los psicólogos sociales Ignacio Dobles Oropeza, Marco Fournier Facio y Vilma Leandro Zuñiga, con el patrocinio de la Unión de Trabajadores de la Música (UTM) de Costa Rica, así como de la Federación Internacional de Músicos (FIM) y la organización sueca Union to Union, que aportaron recursos financieros y logísticos para realizar el proyecto.
El estudio arroja conclusiones cualitativas para la comprensión de hasta qué punto se vieron afectadas 16 personas (ocho mujeres y ocho hombres) trabajadoras de las artes y la cultura, de todo el territorio nacional, a quienes se les preguntó sobre las estrategias para enfrentar la pandemia.
Las entrevistas se condujeron a principios de 2022, momento en que, finalmente, el gobierno abrió los espacios de convivencia para el arte y la cultura. El secretario de Organización técnica de la UTM, Esteban Monge, apuntó que el estudio visibiliza que la pandemia generó una conciencia de la vulnerabilidad del sector, no solo por la crisis sanitaria, sino por el proceso de deterioro del aparato institucional del Estado.
“La investigación vincula el tema de la pandemia con el modelo económico que se ha venido implementando y además refleja cómo ese contexto ha impactado en vidas particulares, en casos concretos de carne y hueso”, explicó Monge.
Según Leandro, las personas entrevistadas vivieron la pandemia como una situación límite, como una ruptura del estado de cosas y que los recursos económicos y emocionales que se tenían no alcanzaban para sostenerse.
En contrapartida, la resiliencia y resistencia salieron a flote, con elementos de carácter ético y político fortalecidos, que cristalizaron a lo largo del año en una organización gremial más robusta, así como redes de apoyo de afecto y solidaridad.
Unión y fuerza
Los elementos arriba citados son los que más señalan los especialistas subsectoriales consultados para la realización de este resumen anual del sector cultural. Se podría afirmar que el movimiento cultural, experimenta una ruta emergente hacia una madurez organizativa política y artística, con un grado de autonomía e independencia, de autogestión reivindicativa, creativa y productiva que rinde frutos palpables.
Asimismo es relevante señalar que la promesa de “reactivación económica” post pandémica se asoma austeramente, como resultado de un andamiaje institucional, que de algún modo ha garantizado, al menos, la transferencia de fondos para la concreción de un centenar de proyectos culturales, pero, ante todo, por el trabajo conjunto de diversas fuerzas sociales, artísticas y políticas, que abarcan desde personas y organizaciones artístico gremiales, hasta diputados y diputadas de la Asamblea Legislativa.
Esta labor fue visible en la implementación de la Ley de Emergencia y Salvamento Cultural y la defensa del presupuesto del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) para el 2023.
En los puntos mencionados radican los verdaderos beneficios de un año que suma, multiplica y proyecta la presencia estratégicamente propositiva y activista del sector y sus diversos subsectores organizados, caracterizada por la capacidad de incidencia en el ámbito político y pensamiento y práctica creativa.
Emergencia y salvamento cultural
La Ley de Emergencia y Salvamento Cultural (LESC), inicialmente propuesta por la Red de Emergencia Cultural (REC) y aprobada por la Asamblea Legislativa en octubre de 2021, es un espaldarazo vital para proveer de herramientas políticas y económicas a la institucionalidad cultural y al sector, que recién se articulan en tiempos de postpandemia.
“Yo creo que la Ley de Emergencia ha sido una tabla de salvación; además nos ha permitido como sector, por lo menos a las personas que conformamos la Comisión Fiscalizadora de la ley, tener una interacción permanente con el Ministerio de Cultura”, destacó Gladys Alzate, directora de teatro y miembro de la REC.
La LESC proveyó de 480 millones de colones a instancias adscritas al Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), que fueron distribuidos en un 100 por ciento a 99 proyectos culturales. De acuerdo con Alzate, la Ley no sólo inyecta dinero –y genera encadenamientos productivos al sector–, sino que permite la búsqueda y consecución de nuevos recursos y de posibilidades relacionadas con la apertura de espacios para los artistas.
Las adscritas que recibieron los fondos concursables son la Dirección de Gestión Sociocultural, con 135 millones de colones; el Teatro Popular Melico Salazar, con 145 millones de colones; el Centro Costarricense de Producción Cinematográfica, con 100 millones de colones; el Museo de Arte Costarricense, con 50 millones de colones y el Colegio de Costa Rica, con 50 millones de colones.
Dichos fondos fueron diseñados para apoyar a las personas y organizaciones que fueron más afectadas por la pandemia y, en consonancia, se dirigieron a proyectos artísticos culturales de comunidades y artistas en territorio, personas trabajadoras de las artes escénicas (danza, teatro, música, entre otros), del cine y audiovisual y aquellos vinculados con la literatura, como escritores y editoriales.
La viceministra de Cultura –y hasta hace poco encargada de la Dirección de Gestión Sociocultural (DGSC)–, Vera Beatriz Vargas, considera que la Ley, nacida de un movimiento muy articulado asociado más a los grupos de la capital que del territorio, dinamiza programas, proyectos e iniciativas en los espacios culturales.
Los recursos otorgados a la DGSC han permitido que los fondos concursables postpandémicos sean más accesibles en las regiones. “Quizás no todas se permean, pero hay regiones como las indígenas que reciben más recursos”, aclaró.
“Creo que todas esas inversiones que se hacen en territorio se maximizan con los encadenamientos productivos. La responsabilidad del desarrollo cultural es de todos, no solamente lo asignado al Ministerio de Cultura, sino a los gobiernos locales y a la empresa privada”, concluyó Vargas.
En defensa del presupuesto
Relacionado con el presupuesto y las posibilidades de la asignación de recursos al sector independiente y las comunidades en territorio, Alzate mencionó la preocupación por la subejecución histórica del MCJ.
“Desde el cambio de gobierno hemos insistido mucho en sonar las alarmas por la subejecución que viene arrastrando el Ministerio, que podría estar rondando este año el 20 por ciento”, explicó Alzate.
En relación con el porcentaje proyectado por Alzate, del despacho de la ministra de Cultura y Juventud, Nayuribe Guadamuz Rosales, se informó que «el porcentaje de subejecución presupuestaria de este año no puede ser determinado aún, ya que, nos encontramos en la recta final de ejecución del presupuesto asignado para este Ejercicio Económico. Así las cosas, todos los programas y órganos desconcentrados aún se encuentran ejecutando presupuesto en sus proyectos y programas en curso».
Es importante traer a colación la propuesta de recorte presupuestario para 2023, planteada por la ministra de Cultura y Juventud ante la comisión de Hacendarios de la Asamblea Legislativa y que llevó a las fuerzas vivas del sector a movilizarse para reivindicar la no disminución del monto.
Asimismo, sobre el punto arriba mencionado, del despacho de la ministra de Cultura y Juventud también se aclaró que la propuesta de rebaja al Presupuesto Ordinario 2023 del Ministerio de Cultura y Juventud, respondió a una gestión del Ministerio de Hacienda como parte de las medidas de contención fiscal implementadas a todo el Poder Ejecutivo.
Para la presidenta de la Asociación Nacional de Trabajadores de la Danza (Anatradanza), Hazel Torres, uno de los principales problemas del MCJ es que “no sabemos cuál es la ruta que tiene”. Fue una señal errática proponer recortes sustanciales a programas como el Teatro Popular Melico Salazar, el Parque Metropolitano La Libertad y el Museo de los Niños.
“Nos dejó con la boca abierta sin entender qué estaba sucediendo”, dijo aún sorprendida Torres; “lo que más rescato fue que representantes del sector estuvieran presentes incidiendo en la Asamblea Legislativa, como protagonistas proactivos y propositivos de una lucha por la defensa del presupuesto”, agregó Torres.
No comprende la representante de la asociación dancística, cómo el presupuesto pretendía ser recortado arbitrariamente en 1,000 millones de colones, en partidas tan sensibles para un sector afectado que salía de una pandemia.
Y fue, precisamente, la propia Comisión de Hacendarios, en las figuras de los diputados Jonathan Acuña del Frente Amplio y Kattia Rivera de Liberación Nacional, entre otros, la que detuvo los recortes logrando recuperar 1.071 millones de colones.
Finalmente, el presupuesto total para el MCJ aprobado por la Asamblea Legislativa -que aún no es Ley de la República- es de 48.807 millones de colones, casi 100 millones más que el monto de 2022.
Torres invocó los compromisos de la administración pasada del MCJ, en que se acordó socializar el proceso del presupuesto. “No es su obligación hacerlo, pero fue un acuerdo de responsabilidad conjunta para que el sector también controlara el gasto y la ejecución de la institución. Me parece que un proceso colaborativo, o por lo menos dialogado, de la construcción del presupuesto era fundamental”.
*En una primera versión del artículo, por error se consignó a Vera Beatriz Vargas como la viceministra de Juventud; sin embargo, es viceministra de Cultura. También se consignó que la ejecución es de un 40 % cuando podría rondar el 80 %.
Organización y dinamismo: para muestras, botones
Diseño
Para afrontar la arremetida de la crisis sanitaria, los subsectores artísticos explorados para este resumen propusieron formas asociativas y productivas que explosionaron como alternativas creativas y económicas.
Tal fue el caso del área del diseño, el cual, según Fiorella Resenterra, curadora y directora de gestión de la Semana del Diseño Costa Rica, implementó iniciativas feriales, como la Semana del Diseño Costa Rica, y de asociación, como la constitución de la Cámara Costarricense para la Promoción y el Desarrollo de Mipymes de Diseño y Otras Actividades Creativas (Cacopromidiocre), que se concretaron en 2022.
Según Resenterra, el sector posee “una identidad social comunitaria muy potente e independiente pero no estaba organizado; entonces dijimos: ¡Tenemos que organizarnos! y lo logramos”. De este modo, el contexto pandémico condujo a que los y las diseñadores generaran su propia formación e iniciativas de manera independiente.
Resenterra considera que el subsector diseño es particular en su relación con la institucionalidad, sobre todo con el MCJ, ya que no existe una instancia específica que atienda el tema, aún cuando el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo lo integre en su quehacer. “Creo que la alianza con el Ministerio es importante y se ha ido construyendo poco a poco”, afirmó.
Teatro
En relación con el área teatral, Kyle Boza, presidente de la Asociación de grupos independientes de teatro profesional (Agitep), sopesó que el 2022 fue un año complicado al volver a la presencialidad.
Las producciones de los grupos independientes fueron vertiginosas y los espacios convencionales programaron funciones sistemáticamente, sobre todo en la segunda mitad del año.
Para Boza, las coproducciones y el Concurso de Dramaturgia de la Compañía Nacional de Teatro son un punto a destacar dentro de la agenda anual de actividades. “Incluso en algunos momentos funcionaban las salas 1887 y La Aduana al mismo tiempo, pero eran demasiados montajes con pocas funciones de tres o cuatro fines de semana”.
Boza enfatiza en la necesidad de analizar los parámetros de producción institucional e independiente, así como la política de las condiciones de las funciones. “Nos estamos acostumbrando ahora a temporadas muy reducidas con escaso público”.
Artes visuales
Con respecto a las artes visuales, el director del Museo de Arte Costarricense, Esteban Calvo, recalcó el dinamismo del subsector, vinculado “a la gran afluencia de públicos a las exposiciones, presentaciones de investigación, mesas redondas, conversatorios, talleres y otras actividades que el Museo de Arte Costarricense ha ofertado durante estos meses, lo cual demuestra que la comunidad estaba deseosa de espacios de interacción”.
Calvo además subrayó que como institución no se puede ignorar la actividad virtual, ya que la tecnología ha permitido interactuar con otros públicos anteriormente no contemplados. “Para los museos, este tiempo es de adaptación y desafío”.
La investigadora y gestora cultural en artes, Sofía Villena, evidenció en su análisis que en este periodo postpandémico hay un volumen importante de actividad y gestión por artistas muy diversas en una dimensión pública y comunitaria.
“Destaco la gestión de mujeres artistas y de las comunidades queer (curadoras, historiadora, gestoras) en Costa Rica, dentro de las que podemos nombrar a Susana Sánchez Carballo, Sussy Vargas, Erika Martin, Marga Sequeira, Tatiana Muñoz, Emma Segura y Las Hartas que, con una combinación de herramientas de investigación, procesos artísticos y toma del espacio público, han realizado propuestas robustas y vitales este año”, recalcó Villena.
Estas artistas están preocupadas por los derechos de las mujeres y comunidades de la disidencia y diversidad sexual, por la migración y conexiones regionales centroamericanas y trasnacionales, entre otras.
Además se sostienen activos colectivos como Casa MA, Hapa, la Ruidosa Oficina, Queremos pintar, el Museo MIO, “que aportan un trabajo igualmente potente y necesario”, resaltó Villena.
La restuaradora, gestora cultural en artes visuales y directora de ConArte, Alicia Zamora, apuntó varios elementos al evaluar el año, como por ejemplo, la relevancia de los proyectos autogestionados y la posibilidad de encontrar espacios que reciban e impulsen estas propuestas; así como la pertinencia del Salón Nacional en tanto una muestra general de propuestas a nivel nacional, y a la vez, espacio de reunión entre artistas y públicos.
Sumó en su valoración, la relevancia de los certámenes, concursos y premiaciones, expresados en el reconocimiento de la trayectoria de las personas creadoras con el MAGÓN, hasta la apertura de espacios para nuevas propuestas como Talentum y el mismo Salón Nacional del Museo de Arte Costarricense (MAC).
Zamora anotó también la importancia de la gestión y la coordinación entre lo público y lo privado, y que cada uno de los museos presentó exposiciones, sumando una cantidad sustanciosa y variada de artistas visuales.
«Entre más espacios más se dinamiza la cultura y la producción artística», dijo Zamora, quien abogó por la promoción de los vínculos regionales, específicamente centroamericanos, a través, por ejemplo, de Teorética y CeroUNO.
Literatura
En el área de la literatura, el director de la editorial Perro Azul, Carlos Aguilar, apuntó que el sector editorial venía en picada debido a la crisis, “porque los insumos para producir libros están muy caros y hay prioridades cuando hay una crisis económica en general”.
Llega la pandemia, continuó Aguilar, y el subsector literario independiente, que dependía económicamente de la Feria del Libro, realizada por la Cámara Costarricense del Libro (CCL) en el Centro de Convenciones en Belén en septiembre, se desvincula del evento.
“La propuesta de la feria es distinta, pues se realiza sin el Ministerio de Cultura y Juventud, y tiene un carácter particular relacionado con sus asociados. Esto agrava un poco los efectos de la crisis, porque el gremio literario independiente fue muy golpeado por la pandemia por ser muy pequeño”, indicó Aguilar. Así fue como decidió no integrarse a la Feria de la CCL por la imposibilidad de pagar el canon de participación, y buscó sus propias opciones de organización.
La alternativa fue gestionar espacios académicos con la Universidad de Costa Rica, para la realización de una feria, entre otras posibilidades. “El que nos podamos organizar como gremio, el que podamos gestionar nuestros propios espacios para poder mostrar nuestro trabajo, creo que eso ha sido el resultado más rico en esta coyuntura post pandémica”. Aguilar expresó satisfacción de lograr independencia en relación con la feria de la CCL y el MCJ.
El ex coordinador del Colegio de Costa Rica, Álvaro Rojas, sopesó que aún cuando efectivamente el área fue golpeada por la pandemia, hay una actividad literaria creciente, con un trabajo editorial serio, y «eso hay que fomentarlo y brindarles espacios a esas personas».
«También hay que distinguir la función del Ministerio de Cultura y Juventud con respecto a los intereses privados y buscar ese diálogo entre las partes para provecho del público lector y de la promoción de la literatura y la lectura en Costa Rica», agregó.
Rojas estuvo a cargo del programa entre abril del 2019 y abril del 2022, y considera que siendo la única instancia del MCJ especializada en literatura debe continuar con sus labores. «Se debe mantener e incluso aumentar el presupuesto del Colegio, que está dividido en becas de estímulo a la creación literaria y por otro lado los premios nacionales».
De acuerdo con Rojas, la profesionalización, formalización y autonomía como gremio son importantes para facilitar el diálogo con el MCJ y las instancias estatales, y tener la cancha marcada entre lo púbico y lo privado con el fin de generar mejores condiciones para todas las personas involucradas en subsector.