Cultura

Álex Grijelmo inaugura la era de los estilemas en su primera novela

El cazador de estilemas es una novela de Álex Grijelmo en donde las palabras adquieren una dimensión especial, así como la sintaxis y la gramática en general.

El cazador de estilemas es una novela de Álex Grijelmo en donde las palabras adquieren una dimensión especial, así como la sintaxis y la gramática en general. A pesar de que se publicó en enero de 2019, la novela aún no ha llegado al país, por lo que se puede adquirir por medio de Amazon.

Cuando un estudioso del idioma, que se ha movido en las aguas del ensayo, decide dar el salto a la novela y lo hace amparado en el género de la novela negra, es imprescindible diseccionar el experimento, con el fin de prever si ese novel novelista tendrá un mañana.

Álex Grijelmo (Burgos, España, 1956) dio el salto al vacío de la novela en enero de 2019 con El cazador de estilemas, en el que crea una interesantísima pareja literaria entre el comisario Julio Contreras y el doctor en filología y profesor universitario Eulogio Pulido.

Con El cazador de estilemas es la primera vez que Álex Grijelmo se adentra en el territorio de la novela. El texto tiene muy buenos momentos, aunque los vacíos propios de un novel en el oficio.

Ambos aunarán esfuerzos por esclarecer varios casos, con algunos cadáveres de por medio, como es clásico en la novela policial pero también en la novela negra. Es en el método empleado en que está la apuesta de un Grijelmo cuyo debut no podría decirse que ha sido fácil, dado que al texto por momentos le falta fluidez y aunque tiene rasgos de ingeniosidad, a veces a la construcción de la trama y de los personajes se le notan las costuras, y este es un lujo que no puede darse ningún novelista, según recordará en tantas ocasiones el Premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez.

La propuesta narrativa se sustenta en que los personajes, cada uno por separado, le cuentan a un periodista el desarrollo de los acontecimientos de varios casos, como el de Vicente Remera, quien para sorpresa de Esther Jiménez, hija del dueño de la General Minera, resultó el máximo heredero al morir Anastasio Jiménez, y no ella como era previsible, al ser hija única.

Hay sospechas de que el testamento de Anastasio fue alterado y es aquí cuando la extraña pareja de Contreras y Pulido tiene la primera misión: analizar las palabras en el testamento para determinar cuáles son los estilemas, es decir, esos rasgos que cada uno deja en el texto y que por hacerlo de manera automática no se percata de que pueden ser las huellas que a la postre pueden a su vez llevarlo al infierno.

De hecho, para la novela, Grijelmo se inventa el neologismo, y tal parece que ha tenido una clara aceptación si se atienden las reseñas que del libro se hicieron en España, especialmente.

Autor de libros clave para cualquier amante del lenguaje como El estilo del periodista; El genio del idioma; Defensa apasionada del idioma español; La gramática descomplicada y La información del silencio y cómo mentir con hechos verdaderos, entre otros, Grijelmo se ha ganado un enorme respeto por la rigurosidad de sus investigaciones y por la profundidad de sus aportes.

En El cazador de estilemas trata de volcar toda esa sabiduría por medio de sus tres personajes principales: Pulido, Contreras y Jiménez y por ratos consigue momentos de brillantez y cada uno de ellos a su estilo evoca elementos clave en el lenguaje que parten, incluso, de cómo un punto o una tilde pueden marcar la gran diferencia para resolver un enigma o para seguir el rastro completo de un personaje y así desenmascararlo.

Si a la novela le falta ritmo y el autor debió suprimirle algunas repeticiones que se dan cuando los personajes le están contando los detalles al joven periodista que al final contará la historia de los tres, hay que abonarle que de la lectura atenta se extrae que en el fondo de la propuesta hay un diamante en bruto.

EL VALOR DE LAS PALABRAS

En el principal caso a resolver en la novela, que es el del testamento dejado por Anastasio Jiménez y que afecta a su hija Esther Jiménez, dado que Vicente Remera queda como el máximo accionista de la General Minera, las palabras, como era de esperar en un texto de Grijelmo, adquieren la dimensión que merecen.

Así, ambos sospechan y luego descubren que el primer testamento fue modificado y que quien escribió la segunda versión fue Remera, quien a lo largo de la vida había sido el principal consejero de Anastasio.

El descubrimiento de que Remera, al que Esther se apresta a destituir por traición, era el autor de la segunda versión del testamento lo hace Pulido con base en un estilema que el consejero deja a lo largo del texto: la palabra “fé”.

Sí, Remera parece quedarse anclado en el tiempo y en vez de atender las normas de la Real Academia de la Lengua Española, cada vez que escribía “fé” la seguía tildando. Esto llevó a revisar la correspondencia electrónica de Remera y a confirmar que si bien Anastasio había firmado el testamento, el que lo había cambiado era Remera y que este, por lo tanto, posiblemente había obligado al empresario a proceder de tal forma.

La novela tiene un punto de quiebre cuando se descubre la verdadera razón de ese cambio y es que a lo largo de una vida de trabajo juntos, Anastasio y Remera habían tenido que recurrir a prácticas a veces poco transparentes, como pagar con dinero negro a los líderes sindicales para que desistieran de esta o aquella posición. El propio Remera había tenido que asumir de su propio bolsillo el pago de esas cuentas y por eso ahora, con la partida de Jiménez, el empresario debía retribuirle su fidelidad y compromiso a lo largo de tantos años.

Mientras Esther, Pulido y Contreras se dan cuenta de que la noticia filtrada a la prensa, en la que acusaban a Remera de deshonesto fue un error, el consejero muere por la ingestión de unas setas.

Como puede percibirse en la descripción anterior, en términos generales la construcción del texto de Grijelmo es atractivo, respeta los rasgos propios de la novela negra y juega con las intrigas necesarias para mantener la tensión del lector.

Grijelmo, de paso, como lo confesó en varias entrevistas, ha sido un buen lector de novela negra y de intrigas, incluida Agatha Christie, como incluso queda patente en El cazador de estilemas.

Una de las fortalezas de la novela es que se le da al lenguaje, al estilo, y al cuidado que hay que tener con la expresión escrita, el lugar que se merece en la comunicación humana.

“Por las palabras se llega al alma de una persona. A su historia, a su tierra, a su infancia. Las palabras son siempre el camino”, le confiesa Pulido al joven periodista que toma notas para que algún día escriba la historia y la novela que le están contando.

Y Pulido, ese pobre profesor que ha venido a menos, porque está sin trabajo, porque su novia Soraya Martínez literalmente lo estafó, sabe que en su decadencia, le queda una fortaleza que brillará siempre: el poder infinito de las palabras.

Así lo reafirma en la página 53, cuando le habla a Contreras: “Estoy seguro de que la policía querrá saber en algunos casos quién fue el inspirador de una calumnia o de una amenaza”, “No me cabe duda de que podré analizar las palabras, desentrañar las claves de un texto y descubrir de qué mentalidad procede, qué lecturas tiene quien lo escribió, en qué lugares ha vivido”.

En el texto correctamente escrito queda evidenciado que si lo hubiera referido alguien con descuido o con una costumbre muy arraigada, habría escrito que estaba segura que y que dudaba que, con lo cual hubiera suprimido de manera errónea la imprescindible, en este caso, preposición de.

Mario Vargas Llosa, de quien Pulido cita la novela El héroe discreto, y Premio Nobel de Literatura 2010, comete a menudo el error de escribir “que duda que”, y nunca duda “de que”, con lo cual no solo es un incorrección gramatical, sino que a lo mejor, es ya de por sí un estilema para saber por qué vías el gran escritor se pasó de la silla de la izquierda a la que estaba en la esquina derecha, en la que permanece desde hace unos 40 años.

CUIDADO CON SUS ESTILEMAS

En la era de Internet, en la que se escribe tanto y con tanto descuido, las personas, las empresas e incluso los propios periódicos van dejando su huella digital y sus múltiples estilemas, que es esa especie de “ADNque cada cual posee al utilizar el lenguaje.

Una de las lecturas, quizá de las más relevantes, que se pueden extraer de la novela de Grijelmo es que el lenguaje es de capital importancia, por lo que se le ha de tratar en su justa medida, porque en él nada queda al azar y todo, por el contrario, significa.

Cuando Pulido y Contreras evocan este pasaje de El héroe discreto: “Señor Yanaqué: que a su empresa de Transportes Narihualá le vaya tan bien es un orgullo para Piura y los piuranos. Pero también un riesgo, pues toda empresa exitosa está expuesta a sufrir depredación y vandalismo”.

Tras ello, analizan el texto: –Se ve venir la extorsión –me interrumpió (Contreras). –En efecto. Le piden dinero para que esté protegido. O sea, para que lo protejan ellos, los propios extorsionadores.

–Claro. Y se usa alguna palabra extraña, pero supongo que en Perú serán palabras normales.

–Usted ha escuchado el texto. No lo había leído. En aquel anónimo, su autor escribió un punto y seguido antes de la conjunción “pero”. Cualquier persona normal habría puesto una coma, como mucho. Sin embargo, ahí teníamos un estilema: un punto y luego “pero”, con mayúscula, claro. ¡Y lo mejor de todo es que, unas líneas más adelante, lo vuelve a hacer…! Y a continuación utiliza “pues” donde cualquiera de nosotros dos habría escrito “porque”. Es en este punto, cuando dice: “Es un riesgo, pues toda empresa exitosa está expuesta a sufrir depredación y vandalismo”.

–Yo también habría escrito “porque” –aceptó–. (Contreras).

Eso de “pues” me parece una mariconada. No es lo mismo “Hago esto porque sale de los huevos” que “Hago esto pues me sale de los huevos”.

–Más o menos, sí. (Pulido).

–Sin duda es menos contundente.

–Más bien es una cursilería de la hostia.

En el pasaje referido, que viene incluido en las páginas 45 y 46, se nota cómo  los rasgos que se dejan en el texto, a un investigado habilidoso y entrenado en el lenguaje como es el caso de Pulido, le permiten hacer las inferencias que lo lleven al meollo del asunto.

El texto, a su vez, sirve de metáfora para llamar la atención sobre la necesidad de quien escribe en un periódico, en una página web e incluso en una de Facebook tenga al menos un mínimo conocimiento del idioma y que tenga la capacidad de escribir en un lenguaje asequible y con poder de comunicación.

En la actualidad, como puede comprobar con facilidad el lector, hay una epidemia que atropella el lenguaje con textos confusos, mal escritos, con mala puntuación, con imprecisiones y con desconocimiento, incluso, del significado básico de las palabras.

El lector no tiene que ir muy lejos para verificar lo afirmado en este párrafo: le basta con un clic.

AL SEÑOR PULIDO

En el hipotético caso de que el señor Eulogio Pulido, que presenta su método en la novela lleno de orgullo y, sobre todo, vanagloriándose de su excelencia, leyera el análisis que se ha hecho aquí de la novela, debiera advertir, y esto sin pretensión de condicionar su lectura, de que en el título se escribió: Álex Grijelmo inaugura la era de los estilemas en su primera novela . Es decir, señor Pulido, que ahora le corresponde a usted hace su trabajo y desplegar todo ese arsenal de conocimientos que tiene del idioma y de las palabras como tesoros que marcan y orientan el camino del ser humano.

Debería, señor Pulido, considerar el adjetivo “primera” y saber que no se ha puesto ahí por mero azar, sino porque hay, quizá, y esto le toca a usted dilucidarlo con su método de los estilemas, una invocación que va más allá de rellenar una línea con una frase contundente.

A lo mejor, señor Pulido, le corresponde darle a su autor un voto de confianza para que en vez de desistir por los obstáculos con los que se ha tropezado en esta primera novela, busque en la próxima las propias gemas que deja entrever en el texto.

Sería una lástima que por una lectura no atenta de su parte y por andar en enredos con sus anónimos de venganza contra Soraya Martínez, deje pasar la oportunidad de decirle las palabras que Grijelmo se merece, en especial de usted.

Mientras hace su trabajo y despliega su compromiso con el lenguaje profundo y con la verdad que persigue en su fórmula para descubrir a los que intentan refugiarse en sus palabras y muchas veces en sus textos anónimos, el lector ha de esperar que usted propicie el milagro al que se le convoca.

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