Cultura

Aeropuerto del sur estará en zona de cuatro sitios arqueológicos que les valió ser Patrimonio de la Humanidad

El Valle del Diquís llegó a alojar a una población aun superior a la actual y su riqueza cultural bien puede estar en riesgo.

No es un problema menor proyectar la construcción y posterior operación de un aeropuerto internacional con una pista de 2.600 metros en el centro del Valle del Diquís, cuyo conjunto de cuatro sitios arqueológicos de relevancia le valieron en 2014 la designación de Patrimonio de la Humanidad.

Poco alentador es el panorama de protección a esa riqueza cultural, pues Rodrigo Chaves en febrero, al anunciar la resurrección del proyecto durante una visita a la zona, declaró que “el simple hecho de que ahí pueda haber algo no es justificación para atrasar por más de una década el progreso de esta zona”.

Finca 6 ofrece a la persona visitante la oportunidad excepcional de apreciar las esferas en su emplazamiento original. (Foto: Fabián Hernández)

Son pocos los detalles conocidos sobre la construcción del proyecto —que cobró notoriedad como el “lindo aeropuerto” que el entonces presidente Óscar Arias prometió a las personas habitantes del cantón de Osa hace poco menos de 20 años—, pero se sabe que ocupará la mayor parte de los caseríos denominados Finca 9 y Finca 10 en Palmar Sur de Osa, provincia de Puntarenas.

UNIVERSIDAD visitó la zona gracias a una gira organizada por el programa Kioscos Ambientales de la Vicerrectoría de Acción Social (VAS) de la UCR y pudo comprobar la inquietante cercanía que el proyectado aeropuerto tendría con el Museo Finca 6, ubicado en uno de esos cuatro sitios arqueológicos importantes de la zona.

José Antonio Mora, geógrafo y coordinador de Kioscos Ambientales, con gravedad señaló que de la esquina nororiental de Finca 10, “en 500 metros ya está en el Parque de las Esferas”. Cabe destacar el antecedente de que en Honduras, en marzo de 2015, se inauguró el aeropuerto de Río Amarillo, que maneja aviones de hasta 70 pasajeros y una pista de 1.400 metros y fue ubicado a 18 kilómetros del sitio Patrimonio de la Humanidad de Copán.

Un aspecto muy relevante es que en el sitio arqueológico de Finca 6 se puede apreciar varias de las enigmáticas y emblemáticas esferas de piedra en su ubicación original, algo que la arqueóloga y directora del Museo Nacional Ifigenia Quintanilla describió como “excepcional”, pues allí “por un milagro se lograron conservar esferas de gran tamaño en su lugar original, partiendo de que más de un 95% de las esferas han sido movidas y muy pocas, quizás menos de 30, se conservan en su lugar original de las más de 400 que tenemos”.

Además de Finca 6, donde se encuentra el Museo y fue sede de un cacicazgo hacia el 800 d.C., los otros sitios que componen la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad son Batambal, ubicado en la cima de una loma en las faldas de la Fila Retinto, frente al río Térraba, creado hacia el 300 a.C.;  El Silencio, de unas 20 hectáreas, sobre una terraza del río Térraba y en las faldas de la Fila Costeña, habitado desde el 300 a.C. hasta el 1.500 d.C.,  y Grijalba 2, en una terraza del río Balsar, tributario del río Térraba.

Más que esferas

Sin duda, las mundialmente conocidas esferas de piedra son el principal, pero no único atractivo arqueológico y cultural de la zona.

Quintanilla, quien antes de asumir su actual puesto realizó un amplio trabajo sobre esta región y las esferas, explicó que el Valle del Diquís o Delta Sierpe Térraba es “de gran importancia porque es una de las partes de Costa Rica casi que de Centroamérica donde se ha documentado una densa ocupación humana en tiempos precolombinos”.

“Podemos decir que en esa llanura aluvial vinculada al delta, a la desembocadura Río Grande de Térraba y del Sierpe, hubo una población mucho mayor que la que tenemos actualmente y no solamente fue una gran densidad de población, sino también ahí se desarrollaron manifestaciones únicas, como las esferas de piedra a nivel escultórico, que es un elemento de valor universal excepcional y que fue lo que dio pie a la declaratoria de cuatro propiedades como patrimonio de la humanidad”, consideró.

Añadió que en la zona también se cultivó una interesante tradición metalúrgica, pues buena parte del oro y de la mezcla de oro y cobre de Costa Rica viene del sur del país, en especial de esta región.

Además en la zona se desarrolló “todo un estilo arquitectónico” que incluye montículos con rampas, con “especies de patios y todo un sistema de poblamiento en esta zona vinculada al delta y a los humedales de Sierpe Térraba”.

Al lado sur de la llanura, cerca de Palmar Sur, se ha registrado más de 120 esferas de piedra, algunas de ellas monumentales de cinco, seis o hasta diez toneladas.

“Había grandes conjuntos de esferas en emplazamientos públicos, entonces, cuando hablamos de esferas, especialmente, de las voluminosas que pesan más de una o dos toneladas, también hablamos de gran capacidad de organizativa, de una población sana, de una gran densidad de población que se puede organizar para emprender el traslado de rocas pesadísimas desde las partes altas montañosas”, explicó la especialista.

Ello implicó la construcción de “toda una logística” de caminos, puentes, embarcaciones, además de los espacios donde las llegaron a colocar. “Entonces, las esferas nos hablan de una gran población y de una población con una gran vitalidad, con una gran capacidad de organizativa, creativa, innovadora en el sentido de poder resolver lo que podía ser, por ejemplo, el traslado de una esfera de diez toneladas o de nueve toneladas como las que se encontraron en Finca 4”, detalló.

Respecto al uso que tuvieron las enigmáticas esferas, Quintanilla detalló que los estudios que se han realizado apuntan a que son “polisémicas”, es decir, pueden tener distintos sentidos y significados.

“El significado de cada esfera tenía una relación con su tamaño, con su acabado, con su peso y con el emplazamiento donde se dejó y con lo que estaba asociado”. Así, las esferas de mayor tamaño se considera que tuvieron uso de escultura pública, “un elemento de comunicación, objetos visuales que se ponían en espacios públicos”.

Añadió que también fueron herramientas de comunicación de conocimientos “probablemente en algunos casos vinculados al conocimiento astronómico, pero también eran elementos de identidad, las esferas se producían localmente y se usaban localmente”.

El registro arqueológico también incluye espigas, o esculturas verticales. En este caso, el centro de visitantes de Finca 6 muestra el fragmento superior de una de ellas, que representa una máscara felina y data del año 800 a 1.500 d.C. (Foto: Fabián Hernández)

Preocupación

Como se dijo, fue en febrero que las autoridades de gobierno durante una visita a la zona anunciaron la intención de impulsar el proyecto del casi mitológico aeropuerto internacional del sur. Fue allí cuando el presidente ofreció su declaración sobre el tema.

En un acto organizado en el sitio de Batambal, Luis Amador, jerarca del Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT), y Nayuribe Guadamuz, ministra de Cultura y Juventud, ofrecieron una retórica más ponderada que la de Chaves y hablaron de la importancia de proteger el patrimonio arqueológico.

El problema es que existen preocupaciones reales por las implicaciones de que aviones propios de un aeropuerto internacional aterricen y despeguen en la zona, con todo el entramado de infraestructura logística que ello implica.

Recientemente, en el programa Voces y Política de Radio U, Patricia Fumero, la historiadora y exdirectora del Museo Nacional, dijo que desde el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) al cual pertenece, “hemos dado una lucha de frente”sobre el tema.

Este mapa muestra en naranja la ubicación de sitios de hallazgos arqueológicos en la zona. Nótese la cercanía del sitio Finca 6 con Finca 10, donde se proyecta la construcción del aeropuerto. (Mapa elaborado por José Antonio Mora).

Fumero consideró que la “afectación más directa” se sentirá en Finca 6, pero que “el daño o impacto de los vuelos, de los cambios que se va a hacer, sería en la arquitectura, en el espacio físico y va a afectar los cuatro sitios, no únicamente a Finca 6”.

Dijo que una primera fase del proyecto implicaría una evaluación arqueológica intensiva que debe cumplirse en seis u ocho meses, “pero no se establece en cuál de las fincas; si es solo en Finca 6 qué pasa con el impacto a otros sitios, no solo por el movimiento de tierras, el cambio ambiental y geográfico en las otras fincas, también el retumbo del suelo donde aterrizan y salen aviones, impacto que se multiplica no solo por el sonido, sino por el tipo de propulsión de los aviones”.

Fumero también mencionó el “impacto humano” por los “procesos de gentrificación que se van a promover en la zona, la expulsión de esas comunidades para meter otra gente de otro nivel socioeconómico, será un cambio como el de Guanacaste”.

Por su parte, Quintanilla destacó que “el proyecto de aeropuerto fue seleccionado en una zona efectivamente cercana a una de las propiedades que conforman el Patrimonio de la Humanidad” y señaló que desde los años 90 el Museo Nacional ha hecho investigaciones en esa zona del Delta en las distintas fincas donde se conoce de la presencia de esferas, montículos, áreas funerarias y otros componentes.

“Es muy interesante, porque los estudios del aeropuerto son anteriores a la declaratoria Patrimonio Mundial, que es en 2014 y en el 2012 o 2013 prácticamente se hacen los estudios del aeropuerto en ese sector de fincas 8, 9, 5 y 11”.

“Para el Museo Nacional sí es motivo de preocupación el hecho de que nosotros administramos un sitio Patrimonio Mundial situado muy cerca del área proyectada para construir ese aeropuerto. En vista de que nosotros administramos ese sitio Patrimonio Mundial que está bajo la tutela de la Convención de Patrimonio Mundial de la Unesco , que es una ley en Costa Rica porque nosotros ratificamos la Convención, como Museo Nacional y con administradores de ese sitio de Patrimonio Mundial, tenemos la responsabilidad de velar porque ese proyecto de aeropuerto no amenace lo que en términos del Patrimonio Mundial se define como el valor universal excepcional del sitio”.

Tras apuntar que el Museo Nacional le ha comunicado tanto a la ministra de Cultura como al ministro de Obras Públicas que Costa Rica “tiene una obligación en la administración de sitios Patrimonio Mundial, que nosotros mismos pedimos esa declaratoria y nos comprometimos ante el mundo que íbamos a proteger”, Quintanilla explicó que ahora se requiere de dos estudios distintos muy importantes.

Por un lado, al tratarse de un sitio Patrimonio de la Humanidad, se requerirá de un equipo internacional de personas expertas que hagan un Estudio de Impacto Patrimonial.

Por otra parte, como parte del proceso del Estudio de Impacto Ambiental (EsIA) ante la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena), se debe realizar un estudio de impacto arqueológico, que se proyecta inicie en diciembre y tomará de seis a ocho meses.

“Convenimos que lo más conveniente es que lo realizara el Museo Nacional con fondos aportados por el Ministerio Obras Públicas y Transportes, la Dirección Nacional de Aviación Civil u otro organismo que ellos buscarán, y ese es el acuerdo en el que estamos en este momento”, detalló la funcionaria.

“En este momento, nosotros efectivamente estamos preocupados, pero estamos también tomando acciones de índole técnica”, dijo Quintanilla y observó que “se responsabiliza al patrimonio arqueológico e indirectamente al Museo Nacional, de que la viabilidad ambiental de este proyecto no se ha logrado, porque el estudio arqueológico no se ha terminado”.

Subrayó, entonces, que “para el proyecto del aeropuerto se requiere el Estudio de Impacto arqueológico como requisito indispensable”.

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