Cultura

A Térraba siguen llegando las musas

El ejemplo de una maestra que recuerda el gran valor de los educadores y de dos alumnas que se sobreponen a las limitaciones materiales de su escuela.

“No hay sueño grande, si no hay un soñador grande”. Con estas palabras Noemy Sandí Jiménez se dirigió a sus cinco alumnos de la escuela Las nubes en San Martín de Piedras Blancas de Osa, con el fin de recordarles que las musas seguían llegando allende las montañas para enriquecerles su imaginación.

Pese al reducido número de estudiantes de su centro educativo, en el 2020 y en medio de las dificultades como no tener luz eléctrica y el que los niños debían permanecer en casa, Sandí logró que dos de sus alumnas estuvieran entre las ganadoras de la IX edición del concurso Mi cuento fantástico.

El mérito aumenta si se toma en consideración que la escuela carece de agua potable y de electricidad. Para llegar a ella se hace por un camino que en invierno se vuelve casi imposible y que conforme se avanza hacia San Martín de Piedras Blancas la vía se
convierte en una trocha.

Louis Germain, maestro y guía de Albert Camus, dejó su huella en el joven alumno, quien en 1957 ganó el Premio Nobel de Literatura y le dedicó una conmovedora carta. (Foto: Internet).

El concurso es organizado por la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA) junto con el Ministerio de Educación (MEP), la Universidad Estatal a Distancia (UNED), la Asociación Libros para Todos y la Comunidad de Empresas de Comunicación, y a lo largo de nueve años ha convocado ya a miles de niños con sus diversas historias. En 2020, el certamen contó con la participación de 1250 narraciones procedentes de 406 escuelas.

La proeza de sus estudiantes solo tiene una explicación: la entereza de su maestra, que más allá de los obstáculos ve posibilidades en medio de las limitaciones.

Yhelanny Valeria Espinoza ganó el segundo lugar de sexto grado con el cuento “Yo no quiero color rosa, yo quiero un arcoíris”, mientras que Marilin Díaz Ureña ganó el certamen de la región de Térraba con “Las tinajas de la abuela”.

Ya en 2019 Espinoza había roto barreras al lograr en 2019, con El listón de Valeria, el premio otorgado para la región Grande de Térraba.

Debido a la pandemia, los niños en esta oportunidad tuvieron que escribir sus historias desde sus casas, y no como es característico en el citado concurso, que lo hacen en clase en un ejercicio que les busca crear conciencia de la importancia de lo que significa el lenguaje.

Para Sandí, lo determinante es que los estudiantes cuenten con la motivación suficiente para dejar volar su imaginación y, a partir de este principio, que elaboren sus propias historias.

Eso lo entendieron muy bien Yhelanny Valeria Espinoza y Marilin Díaz, quienes con sus narraciones se ganaron el beneplácito del jurado, que destacó sus trabajos entre los muchos participantes en el ámbito nacional y regional.

“A pesar de que nuestra escuela es tan pequeñita, es unidocente, y está muy alejada, tenemos la oportunidad de participar en Mi cuento fantástico. Les digo a los alumnos que es cuestión de dejar volar nuestra imaginación y plasmarla en un escrito. La niña que ganó el año pasado —Yhelanny— me ayudó mucho a motivar a sus compañeros. Yo les dije que si el año anterior se había podido, en este también podíamos hacerlo bien”, dijo orgullosa Sandí.

El acceso a la escuela Las nubes es dificultoso. Ahí no abundan los alumnos —solo hay cinco— y como es característico en una escuela unidocente no sobran ni los recursos humanos ni materiales, de ahí que la entrega de los alumnos por transformar sus vivencias en historias haya llamado la atención de los organizadores.

“Los niños se motivaron y se notaba que querían participar. Nosotros en clases normales tenemos un espacio de círculo creativo, en él se aprovechaba para que escribieran cuentos, los que algunas veces dramatizaban. Eran cuentos pequeños, pero se vino lo de la pandemia y paralizamos las clases; sin embargo, les dije que si había concurso les avisaba y así lo hice”.

La sorpresa que se llevó Sandí cuando supo que habían entrado entre los mejores fue mayúscula, porque si se miran las grandes limitaciones de recursos con que trabaja, era impensable que sus educandos superaran a tantos participantes.

“Para mí fue algo muy emotivo, porque somos una escuelita tan pequeñita, y ver que alcanzamos la premiación nacional me ayuda a vencer limitaciones, a vencer barreras. Muchas veces a las escuelas unidocentes se les etiqueta y se piensa que como pequeñas que son no podemos lograr ciertas cosas”.

Conforme va contando las hazañas de sus queridas alumnas, Sandí toma más confianza y le fluyen las ideas y, sobre todo, el orgullo por confirmar que las escuelas unidocentes se pueden abrir paso en medio de las dificultades y los desafíos.

“Demostramos una vez más que hay capacidad, talento, habilidad y todo es la motivación que se les da como docente. En este tipo de escuelas hay capacidad, hay habilidad, aunque  el acompañamiento es necesario. Como maestra el proceso para mí ha sido enriquecedor. Estamos haciendo historia. Es la primera vez que la región Grande de Térraba tiene un premio en el ámbito nacional”.

Sin quedarse en la reducida órbita que les ofrece la ubicación de la escuela en el distrito de Piedras Blancas de Osa, el cual fue creado por decreto ejecutivo en 1995, Sandí apunta a que es necesario traspasar las barreras físicas, algo que vino a darse como nunca antes en la historia con el advenimiento de Internet.

“Las limitaciones las tenemos en la mente, porque podemos tener todas las carencias económicas y se puede salir adelante. Somos dueños de poder vencer esas barreras. Le pido a los docentes que acompañemos a nuestros estudiantes. En todas las escuelas hay niños con talento y habilidad. Es necesario que crean en ellos, que luchen por sus sueños. Nosotros los educadores somos la herramienta principal”.

“Yo no quiero color rosa, yo quiero un arcoíris” es el cuento en el que Espinoza quiere que las niñas también tengan derecho a elegir su deporte preferido. (Foto: Antología ADA).

EL VALOR DE UN EDUCADOR

En Clásicos para la vida, el profesor de literatura Nuccio Ordine, de la Universidad de Calabria, Italia, recoge la historia de Albert Camus y su maestro Louis Germain.

Camus, escritor francés de origen argelino, ganó en 1957 el Premio Nobel de Literatura. La vida de Camus, no obstante, no siempre estuvo rodeada de comodidades; por el contrario, había nacido en el seno de una familia muy pobre y aunque era un buen alumno, su madre no pensaba enviarlo al colegio, debido a que no contaba con los recursos económicos para hacerlo; más bien esperaba que el adolescente contribuyera con las finanzas familiares.

Fue entonces, cuando Germain vio algo especial en ese alumno lleno de limitaciones materiales.

Ordine cuenta de manera magistral sobre la carta que Camus dirigió a Germain: “El 19 de noviembre de 1957, a quien había hecho posible su formación escolar. Sin padre (muerto en la guerra), el pequeño Albert se había criado gracias al sacrificio de su madre (casi sorda y analfabeta) y de su abuela. Y precisamente contra la opinión de esta última, que empujaba al nieto a encontrar de inmediato un trabajo con el que ganarse la vida, Germain lo preparó gratuitamente para que pudiera optar a una beca en el liceo Bugeaud de Argel. Camus tenía apenas once años”.

Yhelanny Valeria Espinoza ha representado con creces a su escuela de Las nubes de Térraba, al haber ganado en dos años consecutivos premios en el concurso Mi cuento fantástico. (Foto: Cortesía Asociación Amigos del Aprendizaje).

La figura de Germain empieza a ser imprescindible en la formación y el destino de ese niño que el mundo conocería no solo por haber sido portero de fútbol en su juventud, donde según sus propias palabras aprendió todo lo que de moral tenía que entender en la vida, sino sobre todo por su estilo distintivo en su escritura.

“Camus tenía apenas once años. Treinta y tres años más tarde, al recibir el más prestigioso reconocimiento destinado a un literato, siente el apremio de expresar todo su afecto al educador que le había ofrecido la oportunidad de llegar a ser lo que era”, resalta Ordine.

Y a renglón seguido cita la carta, digna de leerse muchas veces:

“Querido señor Germain: Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas.”

Y Ordine no puede abstenerse de terciar, muchos años después, en esa relación especial que se estableció entre el educando y ese maestro de una vocación absoluta.

“La vida de un joven estudiante puede ser transformada de muchos modos: educando a los alumnos en la legalidad, la tolerancia, la justicia, el amor al bien común, la solidaridad humana, el respeto a la naturaleza y al patrimonio artístico, se realiza, en silencio y lejos de los focos, un pequeño milagro que se repite cada día en cada escuela de cada país, rico o pobre, del mundo”.

Marilin Díaz, de la escuela Las nubes, obtuvo el primer lugar al premio regional de la zona Grande de Térraba. (Foto: Cortesía Asociación Amigos del Aprendizaje).

ROMPER EL ROSA

El cuento con que Espinoza ganó el segundo lugar nacional de sexto grado —“Yo no quiero color rosa, yo quiero un arcoíris”—, busca romper estereotipos de lo que debe ser una niña. Y por eso se propone una tarea grande en una narración que tiende a ser falsamente autobiográfica, porque su personaje lleva su propio nombre: Yherlanny. No obstante, los preceptos básicos de la literatura advierten de que no hay que confundir al narrador con el autor, porque son, justamente, dos entes separados.

La propuesta narrativa de esta pequeña creadora presenta un guiño interesante para los lectores infantiles e incluso para los adultos, porque si se toma de manera literal su historia podría llevar a senderos por los que, según se desprende del texto, ella no quiere que vayan.

“—Mamá, sé que tú me amas, pero te suplico, déjame ser libre, yo no quiero vivir atada al color rosa y todo lo que simboliza. Yo quiero ser diferente, tener la oportunidad de vivir una vida llena de color, quiero transformar el rosa y hacer de él un arcoíris.”

La maestra Noemy Sandí camino a la escuela unidocente que dirige con gran entusiasmo y entrega.
(Foto cortesía Noemy Sandí).

La protagonista consulta a su madre porque quiere cambiar el ambiente de las muñecas por el boxeo.

El texto, como apreciará quien lo lea completo, recoge realidades que se han venido imponiendo desde hace más de un siglo y pretende, por lo tanto, trastocar ese rosa por un universo multicolor, en el que las niñas puedan practicar el deporte que más les atraiga sin etiquetas.

Desde el punto de vista de la sociocrítica, por ejemplo, una vez que se desata un núcleo temático el texto de manera automática comenzará a girar en función de aquel. Y es lo que se puede apreciar en este caso.

“Las niñas tenemos derecho a decidir, experimentar, crecer y correr riesgos, forjar nuestra felicidad sin importar lo que dicte la sociedad. Soy una niña que no teme al fracaso ni al comentario de la gente, puedo seguir siendo tu princesa, pero también puedo ser tu boxeadora, la que viste el color rosa, pero también la que tiene derecho a usar otros colores, eso no me hace menos femenina”, le explica la narradora a su madre.

La escritura tiene la magia que hace fluir las palabras y las ideas como ningún otro ejercicio. De ahí el valor extra que pueda significar un ejercicio como el planteado a los niños en Mi cuento fantástico.

“Lucharé fuerte para convertirme en todo un arcoíris y brillar bien alto llena de libertad. ¿Acaso no te gustaría, mamá?”

El personaje de Yhelanny interpela a su interlocutora, esa madre imaginaria que evoca en su relato. Sin racionalizar demasiado el hecho, los niños escritores empiezan a cuestionar su realidad, a tener puntos de vista y empezar a generar un pensamiento profundo, que solo la escritura y la lectura les otorgan.

Por tal razón, la escritora y periodista Esther Wojcicki ha desempeñado durante más de 30 años una ingente labor para que en los colegios de Estados Unidos se utilice al periodismo como una herramienta de primer orden, dado que a partir de la escritura y el reporteo, los aprendices de ese oficio pueden alcanzar cuotas de pensamiento crítico extraordinarias.

Ella basa su método de enseñanza en cuatro principios básicos: comunicación, colaboración, pensamiento crítico y creatividad.

Para ello, Wojcicki, quien ha sido profesora en Palo Alto High School, considera que el periodismo es fundamental, por la sencilla razón de que obliga a los alumnos a salir a la calle a reportear, luego tienen que jerarquizar esa información y posteriormente saber cómo transmitirla al público. ¿Acaso no es lo mismo que hace un escritor en su proceso creativo, con la única diferencia de que este último trabaja con la ficción y el periodista con la veracidad?

Wojcicki tiene un precepto que describe con precisión lo que significa escribir e intentar jerarquizar eso que ampliamente llaman realidad o ficción: “Si no escribes la historia bien la primera vez, bienvenido al club. Nadie escribe la historia bien la primera vez, se aprende cometiendo errores y repitiéndolo otra vez. Ese es mi objetivo, y esto se traslada a la vida en general”.

Las historias son tan mágicas que de la región Grande de Térraba, donde está el centro educativo Las nubes, con su maestra Noemi Sandí Jiménez a la cabeza, se puede hacer una digresión y pasar por Albert Camus en Francia y Nuccio Ordine en Italia, y desembocar en California con Esther Wojcicki para confirmar que la escritura es tan maravillosa que rompe los esquemas del tiempo y el espacio, y le permite a una niña en una pequeña escuela reflexionar sobre los nuevos paradigmas de las mujeres en el siglo XXI.

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