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Resolviendo los problemas del mundo a cañonazos

El renovado despliegue militar de Estados Unidos en Asia, Medio Oriente y América latina ha elevado la tensión en el escenario internacional y los gastos militares en el mundo, de acuerdo con cifras divulgadas esta semana.

El renovado despliegue militar de Estados Unidos en Asia, Medio Oriente y América latina ha elevado la tensión en el escenario internacional y los gastos militares en el mundo, de acuerdo con cifras divulgadas esta semana.

En la medida en que esto ha ido afectando tanto las relaciones bilaterales como los principios sobre los cuales se construyó el orden internacional de posguerra, periodistas y diplomáticos advierten de los riesgos que representa para la paz mundial.

El mundo es hoy más peligroso, afirmó el canciller francés Jean-Yves Le Drian en entrevista concedida la semana pasada al diario Le Parisien: “Constato tres fenómenos a nivel mundial”, afirmó a los periodistas Nathalie Schuck et Henri Vernet.

La primera amenaza es que “los grandes principios y los pilares de la vida internacional están a punto de volar en pedazos”, indicó el canciller.

Le Drian explica: “las instituciones, los tratados, la palabra dada y las fronteras ya no son respetadas”. Washington rechazó el Acuerdo  de París sobre cambio climático, denunció el tratado sobre armas nucleares intermedias y el acuerdo nuclear con Irán, que había cuidadosamente negociado con el apoyo de Europa y Rusia.

La lista apunta directamente al gobierno de Trump, aunque Le Drian lo matiza, afirmando que Rusia y China también tienen algo de responsabilidad en este clima.

La segunda amenaza, en su opinión, es el terrorismo. La tercera amenaza es que la relación entre los Estados ya no se basa en la cooperación, sino en la confrontación. “Corremos el riesgo de ir hacia una forma de anarquía internacional”, concluye.

¿Nueva “Guerra Fría”?

La Guerra Fría, que comenzó al final de la II Guerra Mundial, y que parecía haber terminado con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética, está de vuelta. Es la opinión de Pablo Pardo, corresponsal en Washington del diario español El Mundo y está basada en las últimas cifras de gasto militar en el mundo.

El año pasado, por primera vez, esos gastos alcanzaron los niveles que tenían en la Guerra Fría: $18 billones, según el Instituto para la Investigación de la Paz de Estocolmo (Sipri), probablemente la institución más prestigiosa en el seguimiento de esta materia en el mundo. Estados Unidos acumuló el 36 por ciento de este total, más del doble de que China, que le sigue, con el 14 por ciento. Rusia es rival mucho menor, si se mide con esa escala de gastos militares, pues Moscú gasta menos en armas que Arabia Saudita, India o Francia.

Habría que ser cauteloso, en todo caso, con la evaluación, pues no se trata solo de cantidad, sino también de calidad. Rusia ha mostrado la eficacia de su armamento, no solo en Siria, sino también en alguna exhibición de algunas de sus ultramodernas armas nucleares y no nucleares.

A fines de los años 80, cuando el derrumbe de la Unión Soviética era ya evidente, se argumentó que uno de los factores de su decadencia fue el incremento del gasto militar, hasta niveles superiores a su capacidad de financiamiento, al que los había obligado la agresiva política del presidente Ronald Reagan.

Los gastos actuales parecen revivir esos recuerdos, pero ahora como una carga para el presupuesto de Washington.

Pardo destaca, en su artículo, que los objetivos de Estados Unidos son tener una flota de 355 barcos de guerra (78 más que en la actualidad). El otro objetivo es construir más portaaviones nucleares de la clase Ford, cada uno con un costo de $14,2 mil millones. Cifra que probablemente crecerá cuando estén realmente terminados. A eso hay que sumar los $10 mil millones que valen los aviones y helicópteros que transportan. Una factura que hay que pagar antes de que esos portaaviones empiecen a navegar.

“Sistemas de armas carísimos cuya eficacia nunca ha sido puesta a prueba”, recuerda Pardo. Y que, con su colosal déficit fiscal, ni siquiera Estados Unidos está ya en condiciones de financiar sin poner en grave riesgo su economía.

Guerra arancelaria y marítima

En otros dos escenarios se desarrollan renovadas tensiones internacionales, ambas entre Washington y Beijing. Uno es la guerra comercial.

Phillip Inman citaba un estudio de Oxford Economics, la semana pasada, en The Guardian, donde se advertía que una caída de la demanda china de productos norteamericanos, como consecuencia del alza de tarifas que Trump insiste en imponerles, podría afectar estados e industrias claves en Estados Unidos y tener consecuencias para la economía global que calculaban en $360 mil millones.

Con este conflicto en pleno desarrollo, las tensiones entre los dos países se manifiestan también en otro terreno, quizás todavía más volátil. Se trata de la soberanía de las islas del mar del Sur de China que Estados Unidos cuestiona.

El Ejército Popular de Liberación de China permanecerá en alerta máxima y tomará todas las medidas necesarias para proteger la soberanía nacional y la estabilidad en el mar de la China Meridional, afirmó un portavoz militar chino, después de que dos destructores de la armada norteamericana pasaran a una distancia de 12 millas náuticas de arrecifes en las islas Spratly, cuya soberanía China reivindica.

Europa

También en Europa se renuevan las tensiones. Nunca como ahora, desde que empezó el proceso de integración europea luego de la II Guerra Mundial, se oyeron advertencias tan alarmistas sobre el destino de este proceso.

En vísperas de las elecciones para el Parlamento Europeo, que se llevarán a cabo del 23 al 26 de mayo próximos, se suceden las advertencias sobre lo mucho que está en juego.

“La idea de Europa está en peligro”, señalaron filósofos y escritores europeos, en un documento publicado el pasado 25 de abril. Encabezan las firmas el filósofo francés Bernard-Henry Lévy, y los escritores Milan Kundera, Salman Rushdie, Elfried Jelineck y Orhan Pamuk.

El documento es un llamado dramático a “pelear por Europa” antes de que los saboteadores la destruyan. Los autores se lamentan de que Europa haya sido abandonada por dos antiguos grandes aliados. Uno al otro lado del Canal de la Mancha –Inglaterra– y el otro más allá del Atlántico –Estados Unidos–. En su visión, el mayor desafío que enfrenta Europa desde los años 30 no es otro que la democracia liberal y sus valores.

En pleno inicio de la campaña electoral, el exprimer ministro belga, Guy Verhofstadt, líder de la agrupación liberal europea, reconoce que la decisión de los británicos de abandonar la Unión Europea “ha causado más daño del que nadie se pudo imaginar”.

Medio Oriente y América Latina

En Medio Oriente las tensiones han escalado con la decisión de Washington de endurecer las sanciones económicas contra la industria petrolera de Irán y aumentar su presencia militar en el golfo Pérsico.

Un año después de que Trump decidiera abandonar de forma unilateral el acuerdo logrado con Irán para limitar su programa de desarrollo nuclear –y que Irán venía cumpliendo escrupulosamente– el gobierno de Teherán ha anunciado cuidadosas medidas de respuesta, en una escalada que podría reactivar su programa de enriquecimiento de uranio.

“La República Islámica siempre ha preferido el diálogo con la comunidad internacional, y siempre hemos resuelto los problemas a través del diálogo”, afirmó el ministro de Asuntos Exteriores de Irán Mohammad Javad Zarif, la semana pasada, luego de una reunión con su colega ruso, Serguei Lavrov.

Las sanciones económicas empiezan a tener graves efectos sobre la economía iraní, un arma similar al que Washington emplea para demoler el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

Un conflicto militar con Irán tendría consecuencias difíciles de predecir, del mismo modo que la amenaza militar contra Venezuela mantiene un clima de tensión en América Latina.

El presidente reconocido en Venezuela por Estados Unidos, Juan Guaidó, invocó esta semana la posibilidad de solicitar una intervención armada norteamericana en su país, pero la propuesta fue recibida con cautela en la Casa Blanca, ante la posibilidad de que sus efectos podrían ser devastadores para los conservadores que gobiernan la mayoría de los países latinoamericanos.

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