País Elección abierta escogerá candidato por el partido en el gobierno

¿Quién podrá defender al PAC?

Convención enfrenta a dos generaciones y revalida la dicotomía:¿El PAC originario o la continuidad del gobierno?El problema es que ya no hay beneficiode la duda.

Dos políticos que podrían ser padre e hijo se disputan este domingo 9 de julio la posibilidad de ser el primer candidato presidencial del Partido Acción Ciudadana (PAC) en condición de oficialista y ser la cabeza de una estrategia de defensa que el partido deberá armar para una campaña que se viene fogosa, cruda y ruda.

Ambos compiten como iguales, pero son muy diferentes desde sus orígenes. Cuando Carlos Alvarado nació, Welmer Ramos ya había terminado su secundaria en el colegio de Cañas, Guanacaste, y se formaba como el economista que ahora, 37 después, le disputa a ese joven periodista y josefino la posibilidad de ser candidato de PAC.

Alvarado daba sus primeros pasos en la vida mientras Ramos se dejaba antojar por la economía y la política, caminos que luego le llevaron a conocer a Ottón Solís, fundador del PAC, antes de 1990 en la campaña electoral del candidato Carlos Manuel Castillo, en el Partido Liberación Nacional (PLN).

Alvarado se iba a graduar del colegio en el Saint Francis cuando ya Ramos llevaba kilómetros acumulados como economista del Banco Central. Los caminos eran muy diferentes y jamás se habrían conocido si no fuera por el PAC, la agrupación que Ottón Solís fundó en diciembre del 2000 con otras personas que ya lo seguían. Ramos entre ellos.

Comenzaba la campaña que para el adolescente Alvarado representaba su primera opción de votar. Esas fueron las elecciones del 2002 en las que el PAC, con Ottón Solís como referente, fisuró al bipartidismo que enterraría 12 años después con Luis Guillermo Solís.

‘Carlitos’ -como le llaman algunos no siempre bienintencionados-, estudió periodismo y pronto se incorporó como asesor legislativo del PAC, miembro de un grupo que ya lideraba Ramos, hombre de confianza de Ottón Solís.

Convivieron como parte del equipo que trabajó contra el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados y nadie, nadie, iba a imaginar que ambos estarían diez años después enfrentándose para ser la carta presidencial de ese PAC en el 2018.

En juego está el nombre de quien representará la continuidad o el viraje de la gestión de Luis Guillermo Solís, que comenzó su gobierno con muy altas expectativas después de recibir 1,3 millones de votos el 6 de abril del 2014.

Es más, tampoco imaginaron que serían compañeros de gabinete del primer gobierno rojiamarillo, a las órdenes de un Luis Guillermo Solís que llegó al partido después de ellos y que supo convertirse en la “tercera vía” entre la corriente fundacional inspirada por Ottón Solís y una línea reformista, más cercana a la izquierda, que se empezó a gestar después de los tiempos del TLC.

Ahora Carlos y Welmer son compañeros, pero en un debate dualista que vuelve a recoger esa dicotomía enquistada en el PAC entre quienes priorizan la ética y quienes priorizan la modernidad en asuntos como derechos humanos, entre los “talibanes” y los “traidores”, como se han insultado algunos de ellos en ámbitos privados y otros no tanto.

¿‘Carlitos’ o ‘don Jesús Wélmer?

Sin enormes diferencias de planteamiento ideológico, la diferencia generacional parece ser el punto de conflicto para los electores que se pudieran sentir llamados a participar en esta convención, la primera que el PAC celebra de manera abierta y la tercera en su historia (sin haber superado nunca el 1% del padrón nacional).

No es solo un asunto de que uno tiene 37 años y sus seguidores lo vean como representante de las nuevas generaciones que ahora determinan un resultado electoral, aunque no quiera. La mitad del electorado tiene 40 años o menos y él quiere explotar su condición de edad mostrándose como proyector de ideas frescas; en semanas recientes le ha dado volumen a su discurso pro matrimonio entre parejas del mismo sexo y otras ideas sobre minorías sexuales.

Tampoco se trata solo de que Jesús Welmer Ramos, nombre de pila, tenga 56 años y pueda ser el papá de su rival. O del largo kilometraje suyo aplicando la economía a las políticas públicas, siempre aferrado a la idea de un Estado fuerte y protagonista que primaba en el país cuando él formaba sus primeras ideas políticas. Primero lo hizo en el Banco Central, después como asesor legislativo senior en el PAC y luego como ministro de Economía en el gobierno actual.

“Proteccionista”, le dijo Alvarado en algún momento de estos dos meses de escarceos preelectorales, en una de las pocas críticas que se dedican entre sí. En otro momento le señaló quedarse solo en los planes económicos y no considerar el abordaje social, a lo que el economista le contestó achacándole querer hacer “chocolate sin cacao”. Como diciéndole, “ingenuo”.

Alvarado fue ministro de Bienestar Social al comenzar este gobierno y luego emergente en Trabajo, hasta que renunció para emprender la precandidatura. No le fue mal en imagen y hasta se permite colocar las medallas por la pequeña reducción de la pobreza registrada a mitad del 2016. Al principio descartó ser la ficha de continuidad del gobierno de Solís, pero ya luego no tenía caso rechazarlo. Su anuncio de la semana pasada lo grabó en el puente Alfredo González Flores, cuya reparación lo convirtió en una de las obras simbólicas de la gestión de Luis Guillermo Solís.

Dicen que la mayoría del gabinete actual lo apoya y quizás sirva de muestra la presencia de Guillermo Santana en una cena de recaudación de fondos, siendo este directivo recién nombrado en el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). Eso le costó su silla nueva en la junta directiva, pero al precandidato lo dejó como el favorito del gobierno. Nada demasiado nuevo.

Ramos también proviene del gobierno actual, pero su posición es distinta. Fue asumido con un representante del sector de confianza de Ottón Solís, en esa extraña relación helada entre quien fundó el PAC y quien lo llevó al poder por primera vez. Tampoco es que tuviera conflictos internos con el equipo de Luis Guillermo Solís, pero sí resultó extraña su manera intempestiva de renunciar para postularse.

Nadie lo vio venir como precandidato a Ramos. O al menos nadie fuera de su círculo de apoyo, que coincide parcialmente con parte del grupo más fiel a Ottón Solís, quien en la precampaña se negó en todo momento a manifestar de manera su preferencia por Ramos. O por Alvarado, si fuera el caso.

Cuando muchos esperaban la tercera precandidatura de Epsy Campbell, llegó Welmer Ramos a demostrar que hay terreno para trabajar dentro del PAC aunque su pinta de precandidato aún esté en construcción. De voz nasal, titubeante e inseguro incluso en preguntas sobre economía, Ramos ofrece su rostro con canas y eso puede parecer bueno en la política, al menos ante un grupo.

¿Ética o cálculos?

Pero esto va más allá de la edad o las canas. Su apuesta por la economía al estilo “Carlos Manuel Castillo” (Estado fuerte con gobierno fuerte, socialdemócrata clásico, desarrollista y equilibrista del mercado local con el regional) y un pensamiento sobre derechos de minorías sexuales lo colocan lejos del progresismo que habita en un segmento del PAC. Ha reconocido además ser un creyente practicante de su religión cristiana y eso en estos tiempos importa.

Por ejemplo, apoya la aplicación de la Fertilización in Vitro (FIV) siempre y cuando se utilicen todos los óvulos fecundados, pues considera que el principio de la vida es la fecundación.

A sus posiciones en economía y derechos humanos se le suma la importancia que un grupo de partidarios, también cercanos al ala más tradicional, ha dado a la ética, el tema insignia del PAC a pesar de los cuestionamientos y relativismos ocurridos en este gobierno y en la bancada oficialista. Lo decía Ottón Solís cuando lo entrevistamos; se negó a declarar su favorito, pero lo insinuó:

“Aquí el PAC se juega un mensaje a la población sobre el compromiso con los temas originales del PAC. Este gobierno ha sido mejor que otros aunque no llegamos a donde quisimos, pero hay un desafío mayor porque ya tenemos un antecedente en el poder y a algunos les incomodan los principios éticos nuestros (…) Si Carlos va a defender el Gobierno sin cuestionar las transgresiones éticas, va a tener dificultades con periodistas y con la población. Se ha fallado en nuestros propios principios”, contestó el fundador del PAC y diputado.

Tampoco quiso declarar su simpatía la diputada Epsy Campbell ni su compañero Víctor Hugo Morales Zapata, hombre de confianza del presidente Luis Guillermo Solís, pues alegó que ambos candidatos son “gente PAC” y que representan a un movimiento (economía social solidaria) que debe permanecer unido sean quienes sean los candidatos.

Marcela Guerrero, legisladora y dirigente del grupo pro Carlos Alvarado, tiene claro que el PAC vive una disputa entre generaciones.

“Esta es la consolidación del relevo generacional y de visiones. Debemos ir más allá de la visión estatista hacia una economía más integral y de transición energética. (…) El mejor defensor que puede tener el PAC es Carlos Alvarado frente a los políticos del siglo XX, por lo etario y porque está catalizando las nuevas miradas. En otros partidos hay gente muy buena plegada a otros liderazgos viejos. Este es un acto valiente de parte del PAC”.

La convención llega en momentos de cuestionamiento al Gobierno por la incursión en años recientes de una empresa que importa cemento chino con el apoyo crediticio de bancos del Estado y algunos ajustes en normas de Gobierno, incluso en el Ministerio de Economía bajo la gestión de Wélmer Ramos.

El caso, complejo por la diversidad de actores de poder y sensible por tratarse de un producto básico dominado por dos trasnacionales en el país, es objeto de críticas de varios sectores, sobre todo de adversarios políticos que lo consideran un ejemplo de doble rasero ético en el PAC.

Nadie se permite grandes expectativas de participación, ni siquiera por tratarse de un partido con tres años en Gobierno. El PAC es la tercera fuerza política con una cantidad de simpatizantes declarados equivalente al 2% del electorado (encuesta CIEP, marzo 2017), mantiene su estilo auténtico, transparente en sus conflictos y con sus métodos de organización casi artesanales.

Tienen fresco el antecedente de una convención 2013 con solo 23.500 electores y el triunfo del entonces desconocido Luis Guillermo Solís por solo 113 votos de diferencia sobre Juan Carlos Mendoza, actual embajador en Nueva York. Con estos números, podría resultar eficaz cualquier estrategia de otro partido que quiera llevar simpatizantes suyos a la convención para escoger al candidato más fácil de vencer.

Esperan menos de 30.000 electores y no les avergüenza decirlo. No hay encuestas serias y, si las hubiera, los márgenes de error serían abismales. Lo único que hay son mediciones de seguidores en redes sociales, algo muy importante y muy insuficiente. Ahí va ganando Alvarado, dato esperable, en parte por su mayor cercanía con la población que está en las redes sociales, mostró Esteban Mora, analista de contenidos en plataformas digitales.

Nadie en el partido fantasea con aquellos 1.300.000 votos con que triunfó en la segunda ronda nacional, cuando el PAC era solo una incógnita esperanzadora, cuando no había sido condenado por intento de estafa con dineros electorales del 2010 y cuando no había probado sobre el terreno aquel concepto amorfo del “cambio”.

Ahora todo es diferente, porque ya tiene huella en el poder y no hay beneficio de la duda. Por eso la pregunta: entre Alvarado o Ramos, ¿quién podrá defenderlo?

Suscríbase al boletín

Ir al contenido