Opinión

La moralina del Grupo de Lima

Estos tiempos aciagos en América Latina me hicieron recordar la famosa parábola de Min Li

Estos tiempos aciagos en América Latina me hicieron recordar la famosa parábola de Min Li: “oír lo que no puede oírse es una disciplina necesaria para un buen gobernante. Solo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar los corazones de su gente, oyendo sus sentimientos no manifestados, sus sufrimientos que ya no pueden ser expresados y las quejas que les callan, entonces podrá esperar que su pueblo confié en él, entenderles cuando algo vaya mal y ver las verdaderas necesidades de sus ciudadanos”. De lo contrario, solo se puede esperar la muerte de los estados.

Desde la aparición del Grupo de Lima, con su moralina de campanario y casi le ha faltado decir representante de la “democracia griega”, sus miembros no tienen autoridad para dictar nada en contra de Venezuela. Cada uno de los países miembros tienen altos niveles de pobreza y desempleo, violencia ciudadana, inestabilidad, violencia política, corrupción, narcotráfico, y demás vicisitudes internas.

Informes del FMI, BM, BID detallan cómo cada una de esas variables ronda entre el 30 y el 65 por ciento de pobreza. Aquellos que no tienen cómo contraargumentar tienen el pensamiento tendencioso de decir que “la pobreza es peor con la izquierda que la pobreza cuando gobierna la derecha”. Qué alguien me explique qué es eso, porque la pobreza en nuestros países es histórica, estructural y multidimensional con un sistema mercantilista y capitalista presente desde la independencia.

Los niveles de violencia en cada uno de los países van en aumento por diversas causas asociadas a las variables de inestabilidad ya mencionadas. ¿Irá Trump a imponer sanciones económicas contra el gobierno de Honduras porque, según el FBI y la DEA, su presidente ha recibido dineros del narcotráfico? No lo creo… porque es un gobierno de derecha.

¿Qué han dicho los moralistas de Lima sobre eso y sobre la crisis en Ecuador? Más allá de la fijación de Trump sobre Venezuela, este país dista mucho de ser una Colombia de donde sale el 85 por ciento de la droga rumbo a EE.UU., Europa y Asia. Decir que Venezuela es un peligro para la región es obviar arteramente que todos los países del continente son bombas de tiempo debido a sus desatinos internos, no por el concurso de Venezuela.

Iván Duque, presidente de Colombia, calla o minimiza las masacres de líderes sociales, ataca el proceso de paz por orden de su patrón Uribe y, como su delfín va a la ONU, presenta fotos falsas sobre Venezuela, luego desmentidas por el periódico El Colombiano y la Revista Semana.

Buscar una verdad recurriendo a la mentira y que le sobren cómplices es similar a la magra actitud de Luis Almagro, cuyo silencio sobre los recientes acontecimientos de algunos miembros del Grupo deja entrever su actitud obsesivo-compulsiva contra Venezuela y Nicaragua. Decir es que es mejor que en “democracia” suceda todo es justificar la pobreza y los “males” que solo a él convienen para su reelección.

El actual descalabro de la economía y la consecuente crisis alimentaria en Argentina promovida por el fondomonetarismo de Macri hacen revivir la época Menen-Cavallo. Así como la vergonzosa crisis política en Perú entre el Ejecutivo y el Congreso, y de quién destituye a quién primero. De igual forma, el estallido social y las marchas indígenas en Ecuador reviven la época de inestabilidad política desde Bucaram hasta Lucio Gutiérrez.

La crisis le llegó también a Trump, quien enfrenta un juicio político de la dimensión de Watergate o Irán-Contras. Un revelador informe del BID del 2018 detalla cómo en América Latina se pierden más de $200 millones anuales en pésima gestión gubernamental que termina en corrupción. Dice, además, que con todo ese dinero se podría acabar con la pobreza.

Sin embargo, hoy los moralistas de Lima no hacen autocrítica, están escondidos cual avestruz en la arena. Todo el andamiaje contra Venezuela se les está cayendo y en su desesperación revivieron a un muerto llamado TIAR. Ni hablo de Guaidó porque en su maquiavélica visión lo único que ha logrado son sanciones para su pueblo y no gobierna ni un centímetro cuadrado. Costa Rica tenía la autoridad moral para promover el diálogo en Venezuela, pero optó por el facilismo de bailar al ritmo del macartismo, espero que no por unos dólares más.

Recién viendo un debate en CNN, uno de sus invitados decía que la democracia en América Latina se basta a sí misma con la alternabilidad del poder. ¡Definitivamente, qué falta de seriedad!

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