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El Pochote- Barrio Cuba: el precario que ardió en llamas

Un corto circuito desencadenó un incendio devoró 45 casas, afectó 2.400 metros cuadrados y afectó a 62 familias, el pasado 16 de setiembre.

Marilyn Salas hablaba por teléfono con una amiga cuando un vecino llegó a decirle que se estaban quemando las casas de la par. Marilyn dejó el teléfono colgando. Su amiga no supo más hasta la noche, pero en el teléfono posiblemente se colaron los gritos de la gente que corría para salir de sus casas, mientras un incendio devoraba las latas de los ranchos de una parte de El Pochote, en Barrio Cuba.

Salas se paralizó cuando vio la casa de enfrente arder. Quedó en shock. No pensó, y se fue para el cuarto. Una de las pocas imágenes que tiene de ese momento fue cuando volteó y vio en la hendija de la pared del cuarto en el que dormía con su esposo, las llamas que prendieron su casa minutos después. Por fortuna, alguien evitó la catástrofe y la sacó a ella y a sus dos hijas pequeñas.

Ver nota principal: Informalidad eléctrica condena a 5.500 familias a vivir con alto riesgo de incendio

El fuego calcinó su vivienda y otras 44 más que tenían instalaciones eléctricas informales. La causa de este incidente fue un corto circuito en una de las casas, según determinaron los bomberos. El fuego afectó 2.400 metros cuadrados y unas 62 familias.

El Cuerpo de Bomberos recibió 78 llamadas de emergencia por el incendio en Barrio Cuba, el 16 de setiembre. Foto. Fabián Hernández.

Las llamas y las columnas de humo que desató el incendio obligaron al cuerpo de bomberos a desplazar 14 unidades y 120 bomberos, cuando lo normal es enviar dos a tres unidades a un evento de este tipo, según Ronny Latouche.

Los bomberos tardaron siete horas para calmar el fuego. Ese día no había agua en la zona. Cerca habían hidrantes pero con poco caudal, así que el agua que utilizaron para apagar el incendio provino de un tanque que la Compañía Numar -ubicada a unos 500 metros del lugar- les autorizó para utilizar.

Como no había agua en ese sector al momento del incidente, los vecinos de El Pochote formaron una fila para trasladar baldes con agua desde las casas más lejanas que sí tenían el recurso, mientras llegaban los bomberos. Los gritos no cesaban ni tampoco la desesperación. La salida estaba bloqueada por el fuego y las familias se concentraron en un espacio a unos 50 metros de las casas encendidas.

Marilyn Salas recuerda que el pasadizo por el que hacían la fila con los baldes de agua, también estaba lleno de muebles, electrodomésticos y ropa que las familias decidieron sacar en caso de que el fuego se expandiera más.

Una cuadrilla conformada por 17 hombres construye una estructura de perlin para volver a levantar las casitas que devoró el incendio del pasado 16 de setiembre. Aseguran que no pueden decir de dónde proviene el dinero, pero que ninguna institución lo donó. Foto: Fabián Hernández.

Para controlar un incendio cualquiera, los bomberos dicen que lo más óptimo es que no se queme más del 20% de lo que ya se está quemando cuando llegan al lugar. Si hay dificultades para acceder al agua, la estimación aumenta a 30% o 40%. En las zonas vulnerables, generalmente los incendios sobrepasan estas cifras.

“En ese tipo de construcciones el fuego avanza por el mismo tipo de construcción. Normalmente estos lugares son de difícil acceso para los bomberos, entonces las unidades no pueden acceder hasta el mismo incendio. Hay que hacer tendidos de mangueras, lo que suma un retraso adicional”, señala Latouche.

Casi un mes después del incendio en El Pochote, los vecinos del precario trabajan durante todo el día para volver a levantar las casas que se quemaron. Ahora, colocan unas bases de perlin porque quieren evitar el uso de materiales como lata o madera que expanden con mayor facilidad el fuego.

Las 62 familias afectadas tendrán que arrancar de cero, tal y como lo dice Marilyn Salas. Desde que se les quemó la casa están viviendo con su cuñada y otras 10 personas.

De todo lo que perdió Salas y su familia, una de las cosas que más le duele son cosas de poco valor económico pero significativas para ella, como las fotos de sus hijas bebés, las de la graduación del kínder, las fotos de su esposo cuando estaba pequeño. También los dientes que su hija de nueve años guardaba en un frasquito.

Marilyn Salas posa junto a la mascota que rescató su hija menor durante el incendio. Foto: Fabian Hernández.

“Mi esposo quería entrar a la casa porque él trabaja en cerámica y si usted supiera lo que le costó adquirir las herramientas”, dice Marilyn mientras se le quiebra la voz. Pide perdón y el relato se interrumpe, mientras las lágrimas bajan por sus mejillas. Respira y dice: “Si usted supiera lo que le costó”.

En el precario El Pochote, son las 11:26 de la mañana del 11 de octubre (ha pasado un mes y unos días desde el incendio) y las familias tratan de retomar la vida que llevaban antes del incidente. En la orilla de la calle principal un tractor recoge escombros que se apilan en el polvo. Hay botellas, tablas rostizadas, ropa quemada, un televisor desarmado, cajas de cartón. “Estos son los restos de la quemada”, dice uno de los vecinos mientras remueve mezcla de cemento con una pala bajo el sol.

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